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sábado, 4 de febrero de 2017

LA CABAÑA


               Dibujó el cielo una cabaña. Bajó la luna y repartió secos leños. Mi guitarra en tus brazos y tus versos en mi boca. Poco a poco, el fuego tomó posesión, el vahó fue intenso en las ventanas  y las artificiales luces, dejaron paso a las naturales ceras. Se destapó el añejo tinto y en su primer aroma temblaron copas y manteles. Se iluminó una sonrisa en tu cara y creció un destello en mis ojos. Ya era mío tu pensamiento y tú jugabas con mis deseos, era tuyo el momento y yo, solo esperaba un sorbo de tu aliento. Mis labios sabían que los tuyos olían a caramelo y tus dientes sentían que mi piel era toda suya. Se acercaban tus manos y sentía escalofrío, viajaban mis perdidos dedos entre los botones de tu blusa y tus pezones me acariciaban con su dulce erección. Cruzamos miradas y cerramos pestañas, acercamos labios y crecimos humedades…Fundimos piel y  dimos libertad al deseo, llenamos de albedrío el fuego y empezamos a escribir una noche de amor.
                Abrimos el libro de la inolvidable pasión, arrancamos sus hojas y dejamos que el viento, cosiera viejos pergaminos entre sus tapas…Esos pergaminos que un día fueron escritos por duendes y románticas hadas, que fueron llenados con la magia de sabios druidas y que fueron hidratados por las humedades de eternos amantes. Nos envolvimos en ellos, para que sus letras fueran nuestro sudor, para que sus tildes fueran gemidos, para que sus rimas fueran latidos y para que se empaparan de nuestros sentimientos.
                 Perdimos razón y ganamos locura, envolví una y otra vez la sensualidad de tu contorsión hasta secar mis brazos, te llenaste de mi vigor hasta que tu alma gritó el éxtasis del corazón, te leí tan profunda que mi cuerpo se llenó de tu tinta, mi corazón se convirtió en pluma de antigua ave, mi alma en eco de sabios poetas y mis dedos en instrumento de las más dulces letras…Y llegó el segundo amanecer.
                 Pidió permiso el Sol y nuestra Luna se lo dio. La desnudez de tu cuerpo pedía mi abrigo y mi piel exigía tu rocío, tus ojos ya explicaban la ternura del sueño  y mis manos de poder,  descansaban sobre tu espalda. Sublime abrazo de ternura, eterna caricia…Olor a café, esperando el nacimiento de otra luna,  en nuestra cabaña de amor.



        

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