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domingo, 26 de febrero de 2017

...Y CALLÓ LA LLUVIA.


           Incesante lluvia. Se cierra la noche, cae el sentimiento sentado entre los retorcidos hierros del banco de una estación de tren. Ilumina el rayo y grita el trueno, se acercan las tinieblas y palidecen las farolas de los suspiros. Ladran roncos los perros, diluyen viejos vahos las ventanas y el aire solo respira leñas de toscas chimeneas. Divaga el vagabundo en mojada basura, muerde la rata la cárcel de su alcantarilla, difuminan los espejos tristes alientos e imagina la calle, un amanecer sin frío.
            Un alma espera el primer tren, ese fin de viaje que la abrigue de calor, esa trémula silueta que llene de escalofrío su piel, esa ser que dé razón, a la vigilia de su vida. Anuncian demora y casi desfallece la ilusión. Ya son negras las sombras y son lanzas, las gotas de lluvia. Ya el viento desenvainó su espada y el frío afiló sus dientes. La espera estremece la razón, el deseo se funde en el corto latido de un cerrado corazón, el anhelo duerme ansias y el silencio mella quedito, en cada mirada al vacío.
            Crepitan los rieles, un pequeño ruido encoge las vías, grita el vapor y aparece un tren. Rechinan mojados los frenos. Silueta fantasmal que atraviesa niebla y levanta viejos orgullos. De repente el andén de llena de piernas y pisadas, de risas y palabras, de sorpresas y también de tristezas. La altivez de sus ojos desmorona rostros, desdibuja siluetas que no son la suya y descarta por completo la magia de un milagro…¡No bajó de ese tren!
        Y sintió el dormir del alma, el profundo entumecimiento de sus manos y el resbalar furioso de la lluvia entre sus cabellos. Los incipientes nudos del miedo, apretaban su garganta sin cesar. Las preguntas no eran opción, pues el infierno del desamor no tiene respuestas.  Ya no tienen cabida las lágrimas, pues caerían diluídas en las aceras de aquella tormenta. Ya no hay razón para que la espera tenga un sentido, solo queda apretar la mojada gabardina, dar la espalda a ese tren  y despechar un anhelo.
        De pronto, una mano acarició su hombro y una voz tapó la lluvia de sus oídos: “Soy yo a quien buscas”…Giró sorpresa su cuello y sus ojos dieron crédito a la sublime hermosura.
       -¿Perdón? Creo que se confunde…Yo estaba esperando a…
       No lo dejó terminar.
       -Soy yo. Te reconocí en cuanto te ví. Estás igual que tu foto.
       -Pero tú…Tú no eres quien tantas veces soñé, quien tantas veces desveló mis noches, quien…
       Calló su boca, con el beso más profundo que jamás había sentido.
       -Ahora, ¿Sabes quién soy? ¿Sentiste mi alma? ¿Escuchaste mi corazón recitar tus letras?
       -¡Si! Eres tú. En tu beso había poesía, esa poesía que enamoró mis noches, esa poesía que desvaneció tantas veces mi soledad…Esa poesía que enamoró mi alma.
          Por primera vez la Luna besó a un hombre…Y calló la lluvia.


       
      


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