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lunes, 31 de diciembre de 2018

UN BRINDIS


          Hoy quiero brindar por ese viejo, ese viejo arrugado, cansado y lleno de esas canas que ya lo hacen sabio. Algunos lo llaman año, otros un pasaje anciano y unos pocos ignorantes un libro que no merece ser leído ni recordado. En su regazo versos he dejado, pocas lágrimas, menos sonrisas, algunos viajes, escasas charlas de cafetería, alguna alegría y también lecciones que por mí les aseguro, han sido bien aprendidas.
          Hoy lo tomo de la mano, me despido educado, sin resentimientos, tampoco escondido en amaños, con el latido adecuado, el aliento de burbujas bañado y con el alma abierta para caminar con ese niño, que pronto nacerá a mi lado. Abriré un nuevo libro, escribiré su prólogo como parte de mi destino, página por página le desnudaré mi albedrío, robaré rimas al sentimiento mendigo, tildes a cada espina que me claven cuando sea leído y también como siempre, ordenaré los versos para que se desparramen perversos, sobre los márgenes no permitidos.
          Fui irreverente con el sabio y lo seré con el niño, con el primero soñé, miradas ilusioné, aprendí que no dependía solo de mi fe, que a cada noche le seguía un solitario amanecer lleno de café y que en cada pregunta no siempre la respuesta, era de mi querer. Con el segundo también soñaré, miradas ilusionaré, al Universo deseos rendiré, a la noche dormiré y al alba pediré un amor, que comparta mi cama y también mi café. Mis preguntas de versos vestiré, de besos hechos de joya las adornaré, sedas y encajes por cada rincón les tejeré, para quien ose desnudarlas por respuesta me dé, solo el sentimiento de su querer.
         Me dormiré con el sabio y con el niño amaneceré, de burbujas mi aliento embriagaré, un libro cerraré y uno nuevo abriré, mis ojos dormiré y muy despacito, gota a gota, una nueva tinta crearé. Un brindis por el viejo sabio y por ese niño que muy pronto, me tendrá que querer.





domingo, 30 de diciembre de 2018

EL COLIBRÍ


       Vomita el rayo su trueno porque anda borracho de tanto esperpento, huye el volcán de su montaña porque quiere que su lava resbale en el desierto, aprieta el acorde su guitarra porque no es madera para su nostalgia, aúlla el lobo al Sol porque su Luna, se quedó a media alba. Tomó el Creador una piedra de jade, la más brillante, talló con ella una pequeña flecha, le dio todo su aire y de su mano voló, surcando el cielo como nunca nadie.
        Destella el colibrí en su viento, a un palmo del árbol, a centímetros de la enredadera, a milímetros de la quimera, a cien yardas de una sorpresa, huyendo de una nube que se muestra perversa. Vaga intenso el azul sin un verde cerca,  el manantial en agua reverbera, el nenúfar sabe que el río no espera y despacito un horizonte espera a ser real, cuando llegue su primavera.
        Se muestra el colibrí desprendido, toca la cera, su flama, también la copa de un tinto  con olor a cerezas y madera, se pierde en caminos y brechas, liba de la rosa un estambre perdido, del musgo un hongo ensombrecido y del más pequeño gnomo, su tierno divino. Despierta la hormona entre alas que no son de mariposa, son de colibrí, audaz y perspicaz, valiente y persistente, voraz y volando siempre, en aire caliente.  A su vida le da una oportunidad, no le pide que retroceda, solo que lo aprendido no quede en olvido y que todo lo vacío, quede suprimido. Entonces se mira dentro, nota que es nada lo que lo llena por completo, que pronto no estará y que su destino, tiene un problema.
          A esa nada no había forma de sustituirla, lo aprendido no era suficiente, tampoco lo vivido y mucho menos lo sufrido.  Decidió rememorar, revivir aquellos momentos que por una u otra razón no había cumplido con su correcto pensar. Imaginó libertad y sintió que no la había tenido, soñó paz y tampoco la encontró en su albedrío, dibujó un mar y fue incapaz de dar color a tanta inmensidad. Escondió su alma en el bosque del silencio, entre mandrágoras y pinos, abrazó sombras y se acostó en henos, enredó su piel en raíces y alargó brazos entre corchos llenos de árbol viejo, lloró rocío y también le sonrió, a las espinas del frío.
          Lloraba silencio el colibrí, el dolor lo desparramaba inquieto, entre venas lo recorría terso, entre suspiros buscaba un sentimiento, en sus lágrimas un verso que fuera capaz de explicar su triste aliento. Un trueno lo sorprendió, de cerca le habló, le explicó que era valiente, también conspirador, ante el genocidio señalador, del amor un sutil pecador y de la sonrisa, su más elegante dador…que sus arrugas no eran en vano, que eran marcas de lucha, recuerdos aciagos, falsas ternuras, traiciones que en piel no había olvidado y quizás alguna que otra duda, que de su nada lo había llenado.
         De reojo el colibrí lo miró, una poquita luz de su rayo le pidió, aquel trueno lo consintió, todo lo iluminó, en sus brazos lo arrulló y con tierna mirada casi le habló.  Supo que aquel trueno le pedía trabajo, que fuera casa por casa, a cada árbol, que por aceras pasara, también entre semáforos, por cada vereda y que no se olvidara de volar cerca de las enredaderas en primavera…que fuera él, ese que era anuncio de las tormentas, también mensajero de lluvias inciertas, de la humedad un luchador pendenciero y de la nube, su más fiel compañero. Afiló sus alas, estiró su cuerpo, bostezó un aliento y emprendió el último vuelo, quizás para morir como actor en teatro o el mejor de los mensajeros.
         El colibrí estaba cansado de que no le hicieran caso, que por más que sus alitas agitara, no era del hombre un presagio. Y fue entonces que el cielo le dio su más precioso legado: “A partir de ahora serás señal, un ángel celestial, un mensajero universal. A ti todos se rendirán pues serás de su ignorancia el santo grial, la piedra filosofal y también ese pequeño ser que en cada una de sus alitas les mostrará lo que viene de verdad. El terremoto te esperará, también el tsunami y el huracán, el tifón y el más valiente volcán, la guerra y la mentira serán por ti advertidas, también la envidia y todo resquicio de hipocresía, la traición será leída antes de que tenga vida, la inquisición suprimida, las promesas serán cumplidas y el sueño de cada uno, la única religión que explique sus días. Te cambiarán de nombre, te llamarán libertad, serás monumento en cada esquina, fotografía en cada cantina y también te escribirán, dulces poesías.
        Y el colibrí se durmió con la ilusión que el cielo le dio. Al día siguiente diferente  amaneció, todo era color, el verde tenía otro olor, las montañas reflejaban un dorado resplandor, el mar sonreía lleno de vigor, el viento fluía lleno de un exquisito sabor y el cielo a cada minuto, cambiaba su óleo y también mostraba en pentagrama, todo su candor. El oso abrazaba su rama, un gorila a una hiena mimaba, el gato hablaba con la rata, la serpiente con una rana, el águila caminaba, el delfín a una ballena palabras le cantaba, el dinosaurio volaba y la rosa a cada pétalo le daba nombre, apellido y hasta a la escuela lo acompañaba. El colibrí no entendía, algo extraño pintó distinto su día.
        Se abrió el cielo, las estrellas se juntaron como autopista, los cometas eran vigías, los meteoritos piedras llenas de alegría, la Luna estaba desnuda como reina tocada por una hermosa poesía y el Sol sonreía, porque no había preguntas que cuestionaran su día. Pensó el colibrí y un ángel le mostró pleitesía. Le contó que ahora estaba en “Tierra prometida”, que pronto llegaría el Creador y que él lo ayudaría. Cerró los ojos, la pregunta lo rasgó, el ángel entendió, un abrazo extendió y entre alas y alitas al colibrí respondió: “el cielo como señal te mostró, el hombre no entendió, su gran orgullo lo venció, la ignorancia lo tomó y de esta Tierra, al no hacerte caso, se extinguió. Pero no estás solo, una hembra el Creador te dio, procrea y de colibríes será esta Tierra, de colibríes que como tú, serán por siempre, los mensajeros de La Luz.”
        Desde entonces la Tierra se llamó: X´TS´UNU´UM (nombre maya que expresa Colibrí), un nuevo hombre sobre ella empezó a caminar, el Creador lo dotó de alma, corazón y también razón. Sentó aquel ser junto al colibrí, no dudó, a los dos miró y sentenció: “Eres frágil y ligero de tal manera que a la flor más delicada te acercarás y ni un pétalo tocarás, tus plumas brillarán bajo el Sol y en cada gota de lluvia mil colores reflejarás. Llevarás los pensamientos de los hombres de lugar en lugar, de la luz serás mensajero y también de la verdad, no tendrás tregua, tu trabajo será voraz pero jamás nadie ni una pluma te tocará, porque quien ose hacerlo, morirá. “
         Es por eso que nunca verás un colibrí en una jaula ni en la mano de ningún humano dejar de volar.
         Y dirigiéndose al hombre, terminó: “Si alguien te desea un bien, el colibrí tomará ese deseo y hacia a ti, en sus plumas lo cargará. Si alrededor de tu cabeza lo ves volar, no lo toques porque de ti está tomando verdad, para llevarla a los demás. Piensa siempre en positivo, por algo has visto a un colibrí en tu camino, algo extraordinario sucederá porque también tu abrazo es capaz, de llevarlo más allá.”
         Desde entonces, hombre y colibrí viven juntos y en paz. Uno es mensajero, el otro todavía un ser muy incapaz. Uno explica libertad en su volar, mientras el otro todavía la busca en su largo caminar. Uno no se cansa jamás y el otro…mirarlo solo es capaz.




sábado, 29 de diciembre de 2018

EL SUSPIRO DE TU BOCA


               Quiero ese suspiro que encierras en tu boca, ese aliento caliente que roba el vaho de la rosa, ese gemido contenido perfume de tu albedrío, ese verso de alma que late tu corazón cada vez que me haces parte de tu prosa. No le mientas al miedo, sé que de ti en tu cama soy posada, de tus humedades esa gota que entre piernas resbala, de tus celos el punzante deseo de tenerme dentro, de tus palabras esa tilde que en ti me hace, un hombre completo.
               Necesito tu suspiro, ese que entre dientes respiras quedito, ese dulce perfecto que funde mi saliva cuando lo haces divino… ese que al atreverme escribo, como parte de mi destino. Lo necesito, como agua y como libro, como sabor y de mi ser su albedrío, el que despierta ansias en mi libido y ese que cada noche, rasga profundo el vientre de mis sentidos. Sé que de ti soy elegido, parte de tus líquidos, también de ese mosto que pisado exprimes contenido, de ese manjar de mujer que guardas solo para lo prohibido, de ese pecado que por los dos, es consentido.
              Déjame nadar en tu lengua, entre tu saliva, por las papilas de tu ansia reprimida, entre tus muelas, por cada comisura que muestras erecta, por cada grieta de una historia imperfecta, por cada poro que en tus labios desean un alma como la mía: perversa. Quiero entrar, en ti y en tu adversidad, tus muros destrozar, cada pliego besar, en tus arrugas caminar y en cada lunar dejar una caricia que te explique que este poeta te quiere de verdad.
             Si mirarte es obscenidad seré el más perverso de esta humanidad, si saborearte es  gula al pecar seré sibarita en todo mi paladar, si olerte es el cielo respirar, seré nube, horizonte y tu mar, si tocarte es soñar, no lo dudes, el sueño voy a alcanzar. Amor, tu suspiro a ti me tiene que llevar, en él escribiré mis huellas, mis promesas, mi verdad, cada hebra de mi soledad, cada lágrima que en mi cama no se atreve a resbalar, cada humedad que a solas contigo no paro de imaginar y también cada palabra que se junta en verso y araña mis tintas cada vez que mi amor se te atreve a recitar.
            El suspiro de tu boca, ese calor que mi alma evoca, el que mi corazón desboca y el que en mi bajo vientre guardo como erección y su más erótica gota.



NECESITO AMOR.


         Quisiera sentir amor, esa sensación que cosquillea el alma, ese arrugado vientre que canta entre las entrañas, ese escalofrío que recorre la espalda y se clava, entre los muslos de la esperanza. ¡Amor! De ti necesidad tengo y es menester lograrte entero, sentirte en las mañanas, en cada pliego de mi cama, en cada humedad que mi piel a solas exhala, en cada silencio que nace en mi garganta, en cada comisura de mi alma y también  en cada latido que mi pobre corazón sin nadie a su lado, emana y emana.
        Necesito amor, como el día necesita su alba, como el mar su espuma de olas acicalada, la música su pentagrama, el pétalo su rosa encelada,  el viento su aliento inquieto, el poeta ese verso perverso y  la tinta de mi poesía, esa gota que la resbala como sentimiento. Necesito amor, ese que es eterno, el que no pide y da con esmero, el que no tiene atajos ni anversos, tampoco preguntas ni copiados versos, el que es sincero y en cada uno de sus labios, solo escribe besos. Necesito amor, sentirme querido, amado y poseído, abrazado y en ternura cuidado, acariciado y mirado, tocado en  su latido y leído en el destino, también consentido y en su regazo, mimado como niño. Ese amor, ese que es infinito y no muere en el camino, elegido en el libre albedrío,  sentido en cada dedo, en el profundo libido, también en la caricia cuando en la cama es tierna y atrevida, en mi cuerpo perdida y tocando cada rincón que supura el sudor de mi alma, cuando siente mi poesía.
        Necesito esa canción, la melodía de su música, el acorde de tu beso en mi pecho, el escalofrío de tu contorsión cuando esté dentro y también el recitar de tu poro entre mis labios, mojado y siempre abierto. Deseo ese vaho que con dulzura empañará mis días, esa piel que llenará mi cama de gemidos y profecías, ese caramelo que en mi lengua se deshará despacito, cuidando cada gota de sus burbujitas. Necesito que seas mía, de una vez y sin prisa porque ya le pedí al tiempo su pleitesía, un armario que me desnude de mi camisa, olor de cielo a mi piel cuando se desvista y también oscuridad a mis ojos, cuando entre tus senos te sienta toda y solo viva, de la luz de tus caricias. Te necesito, te juro que en mi te volverás loca, te desharé hermosa, como diosa y también como mariposa, beberé de tus jugos, comeré lujuria en tu boca, serás deseada, amada, libada, como reina tocada y en cada palabra, solo miel resbalará por tu cuerpo y mi cara.
        Necesito amor, tu esencia más cara, ese sentimiento que es caviar en tu alma, esa caricia que late tu corazón cada vez que me exhalas, esa ternura que escribe tu mirada cada vez que el destino abre una pausa…ese silencio que entre tú y yo de amor, habla y habla.


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martes, 4 de diciembre de 2018

SIÉNTEME COMO MÚSICA.


            Escucha esa melodía, la toca el viento entre las cuerdas de la Tierra, la sostiene el cielo, la vibra el río, la mece el mar  pero es mi sentimiento quien escribe el acorde de tanta intensidad.  Siente mi música porque es el pincel del alma quien la escribe en tu pentagrama,  respírala profunda, como poesía y armonía, en tu corazón como rima, en cada uno de sus latidos como verso atrevido, en el aliento como la excusa de un beso y en el suspiro como lo que quede de la palabra, cuando me sientas dentro. 
            Cierra los ojos porque te embriagaré con mi ternura, con mi cariño, con la dulzura de mi niño, con la caricia de un hombre que te siente hasta lo permitido, con la historia de una vida que entre muchas, has elegido. Escúchame entre tus sienes, tócame con tus dientes, abrázame porque puedes, desnuda en mi cuerpo tus mieles porque ya nada te detiene, ámame en tu regazo y en tu vientre porque eres mujer, madre y del amor ese pétalo rojo que nunca de mi, se desprende.
            Tocaremos lo divino, entre sábanas seremos hilo, pluma de almohada, humedad en nuestra cama, caricia en cada alborada y ese dulce gemido cuando la Luna se refleje vanidosa, sobre cada poro de tu espalda. Inventaremos un silencio, un acorde, el más hermoso de los cielos, esa tinta que nos escriba, por dentro y por fuera, cada sentimiento y también el guardado deseo, el color de mi sombra, el calor de tu cuerpo, una lágrima cuando en el rocío brota y cada uno de nuestros sueños, en el amanecer abrazado de viejos anhelos.
            Siénteme como música, como brava mar, como pintor sumergido en el lienzo de tu beldad, como hombre y también como ese niño que poco a poco aprende lo que es amar de verdad. Siénteme en acorde, en melodía y con mucha ansiedad, lleno de pasión, con deseo a ti en cada rincón, con esa sencillez que mi caricia toca tu desnudez y también con esos labios, que buscan beber de tu caramelo, una y otra vez.
            Dime que me escuchas porque hoy el violín tomó mi mano, el vientre se disfrazó de piano, un ronco saxo me robó cada miedo aciago, una flauta mis pecados, la trompeta me envolvió perversa y una joven arpa, se vistió de dulce promesa. Dime que me sientes porque hoy soy música, del aire esa rima que haces tuya, del trueno su tambor, del rayo su resplandor, de cada cuerda un deseo estremecedor, del cielo su mejor pintor y de cada nube su ángel escultor. Soy música, esa que te empapa y suda, la que no pegunta, la que eriza tu carne y de ti tiene hambre, esa que te envuelve de miel y resbala por tu piel, la que no se desvanece nunca ni en tu soledad ni en la fragancia que de mí, haces tuya.
             Siénteme como música, hazme eterno, constante y duradero, amigo y compañero, de tu vida su solfeo, de tus sentimientos esa melodía que los abraza intensos, de tus días el recuerdo de mis versos y de tus noches, ese reflejo que robado de la Luna te muestra mi candor cuando en cada nota te dibujo, una mirada de mi amor.



domingo, 2 de diciembre de 2018

SENTIMIENTOS EN SILENCIO.


             Se fundió el abrazo en sentimiento, el corazón en un extraño presentimiento, la religión perdía su aliento y a piel pegada, sudaba el alma en cada poro de su membrana. Se cruzaban las miradas, la palabra era vaga, el beso deseo, un suave frío recorría nuestros cuerpos, mientras despacito un pequeño aliento, caminaba entre tus labios y se mostraba travieso. Abrazabas mi suspiro, tu boca pedía abrigo, temblaba la mejilla y poco a poco, tu mano tocaba mi barba y también las pestañas, con una caricia.
             El silencio era consentido, no había mejor forma que un latido para expresar lo sentido, ese tocar atrevido, ese sabor que huele a divino, esa curiosidad que resbalaba por tus hombros y desprendía de mí, ese niño que estaba dormido. Arqueabas tu espalda, en tu cintura dejaba un ansia, la blusa te quitaba mientras deshacías el nudo de mi corbata, una media luz gritaba calma y nuestra Luna se quitaba el velo, para que en su reflejo nos pintáramos de amantes viejos y jóvenes en celo.
             Me tomaste de la mano, seguí tu cuerpo que ya de mí sentía empapado, me pediste espacio, se abrieron las sábanas y bajo tu almohada, vi aquel poema que un día, te escribió mi alma. Cerraste los ojos, lo pegaste a tu seno, suspiraste esa miel que como tinta traía dentro y con un delicado gesto, me pediste que hiciéramos el amor, verso por verso.
             Mojaba la caricia, estremecía la ternura y fluía una lágrima cuando  en mi boca aquella poesía tomaba la forma de mi alma pura, esa por la que fue escrita, esa que en amor compartiría, tu vida con la mía. Suspiraba el verso, entre sus comas abrazaba melodía, esa nostalgia que letra a letra explicaba mis días, mis noches vacías, esas ceras que en ti chorreaban desmedidas, aquellos viejos tintos que sorbo a sorbo me recordaban, todo el sabor que de tu mosto no tenía. La estrofa sufría, terminarla no podía, tu boca estaba muy cerca de la mía, el deseo me afligía, tu mirada me contenía, tu caricia en mi pecho cada vez más me sentía y fue en el primer punto, cuando tu beso me ahogó de amor y entramos en éxtasis, atravesando las primeras rimas. Tus cabellos me olían, mis manos tus muslos querían, en tu garganta el suspiro gemía, la poesía seguía, cada tilde era divina y en el vientre toda mi sangre latía, cuando nadaba desnudo, perdido en tu saliva.
             El poema se daba y se daba, entre pétalos e imaginaciones todo era rocío y esperanza, cada sentimiento su color dibujaba, cada ternura estaba llena de letras, palabras y húmedas alboradas, cada pausa pintada con el óleo de la distancia y cada promesa, llena de intensidades y nostalgias mientras tu boca por todo mi cuerpo, caminaba y caminaba.
             Mi alma de ti se llenaba, abierta toda te pedía mujer y que de ti la embriagaras. La pasión desgarró el silencio, desde dentro nos atravesó la lanza del sentimiento, aquella poesía hablaba con el profundo aliento, el gemido se disfrazó de grito, el aire de un punzante escalofrío y te hice mía, entre versos, rimas y con toda mi vida.



sábado, 1 de diciembre de 2018

HASTA PRONTO MAMÁ.



             Hoy emprendiste un largo viaje, un camino sin peaje, un destino al que algunos quisiéramos acompañarte, el último atajo de tanto aprendizaje. Cerraste los ojos, la falta de tu mirada nos dolió a todos, la rigidez de tu cara y también ese último suspiro  no comprendido, que para ti, era un gran alivio.
             Me acerqué, la frente te acaricié, también la mejilla, al oído te susurré, cayó una lágrima, resbaló por mi cara, tembló al cruzar mis labios y fue entonces que sentí de tu alma, el más cálido de sus abrazos. Empapó mi tristeza tu almohada, tú ya no estabas, se abrió la ventana, un olor a rosas y jazmines invadió toda la estancia mientras  el rosario callaba porque del cielo, ya eras su hada.
             Como cada noche, la Luna nos saludó, en su reflejo una nostalgia se mostró, una extraña melodía nos acompañó, un acorde entre mis dedos apareció, tomé tu mano, el frío me sobrecogió y de hermosa luz, una música nos envolvió: era la música de tu piano, ese viejo anciano, ese joven sabio que bajo tus huellas, explicaba cada noche lo que en él, habías creado. Recuerdo escucharte en mis sueños, cada uno de aquellos profundos sentimientos que en tus dedos eran regalo,  cada caricia repetida en melodía y cada suspiro que hablaba sin pausa porque tu alma, ya estaba cansada.
             Quisiera explicarte porque de ti nací,  porque te elegí, porque gracias a ti soy poeta y no de la vida un simple aprendiz, porque lloré la primera vez que te vi y porque siempre fui en ti, tan feliz. Quisiera despertarte, tus cabellos peinarte, cada mejilla besarte y que otra vez me dieras, tu consejo de madre. El tiempo decidió por mí, a tu lecho llegué tarde, te fuiste sin esperarme, solo tu cuerpo me dejaste, una gargantilla que desde niño me heredaste y un anillo que en tu dedo, un día, puso mi padre.
            Te acompañaré hasta que la noche sea alborada, prenderé dos velas, llenaré de tinto dos copas, recordaremos cuando cazábamos mariposas, el día que te regalé una rosa y también cuando en tu regazo, te respiraba tierna y hermosa. Le pediré al tiempo la memoria más ancestral, al espacio  que mime tu astral, a cada río de estrellas que desborde con furia su caudal, a nuestro Mediterráneo que nos llueva su sal y al viento, que te acompañe a la Luz para que abraces, el eterno Universal.
            Ya te dejo ir, llorar no depende de mí, tampoco el vacío que me deja tu partir pero sí el vivir, porque para eso, de ti nací. Hasta pronto mamá.
         

miércoles, 28 de noviembre de 2018

EL ESPEJISMO DE UNA SOLEDAD.


             Desafié el ocaso, lo miré de frente, le dije a la soledad que conmigo estuviera presente, al viento que caminara silente y también a mi cuerpo que entendiera que hoy,  prestaría su piel a un reflejo diferente. Escuché un murmullo, me cautivó y despacito me sedujo, quizás la pena de un alma, los susurros de unos labios sin esperanza o la melancólica quietud de una ola, cuando el mar está en calma. No había nada, el pensamiento se relamía acostado en su cama, la memoria era blanca, el momento en subasta pujaba y gritaba vivirlo en un instante y no, en un tiempo distante.
             Y apareció el más grande, de los espejismos el más cautivante, de la imaginación su holograma más brillante…de mi vida, esa ilusión hecha pentagrama que cuestionaba mis sentimientos y también, los aprendidos pecados de ajenos infiernos. Se desbarataba por completo el silencio, todo era algarabía, se desparramaban los cabellos por la pista, reía la risa, los sentidos nadaban entre morfinas y aquel espacio lloraba, porque en el tiempo era pura alegoría. Todo vivía prisa, corría una lágrima para no ser desvestida, una tumba atrevida se abría a otra vida, el anárquico escribía poesía, el miedo sufría carestía y el hombre reinventaba formas en sí mismo y también en su autoestima.
            No podía aquel espejismo abrazar tanto contenido, faltaban sentidos para comprender aquella fiesta de albedríos, inventó una calle, una casa y también un olor, a humedad y viejos enjarres. Caminaba completa una araña de tela vestida, la puta olvidaba sin rencor su esquina, a trompicones una fachada se deshacía y asomaban sus reliquias cada una de las piedras, que aquella casa sostenían.  Del fondo del mar llegó un trueno, de par en par abrió la ventana sin estruendo, la tristeza era espesa y oscura, se podía tocar con los dedos y también hablar con sus anhelos. Una sombra muy anciana vestía la mesa mientras entre arrugas, cualquier lana tejía con sus agujas. Una desgastada vela discutía con el vacío de una copa, un tibio café sacudía su aliento entre aquellas manos temblorosas, la soledad era otra cosa, más punzante, auténtica y escrita con años y también con sangre.
            Pero aquella estampa a nadie preocupaba. La vida seguía su impuesto aquelarre,  bailaba el monje en aquella calle su desidia mientras un mendigo le rendía pleitesía, un cuerno soñaba sus traiciones entre sedas y caras almohadillas, la noche se reía de su día, el político enseñaba su socarrona sonrisa y como siempre en su terreno, un cura inventaba para el domingo, una nueva homilía. Y fue entonces que la utopía reventó aquella vida, aquel espejismo mal parido, todos aquellos versos que una injusta sociedad, por siglos había escrito. Toda superficialidad se desvaneció, la mentira en su enredadera murió y la verdad, se mostró.
            La casa abrió su puerta, el portal se convirtió en alfombra persa, el aire se desvaneció en dulces y piruletas, expandió la mesa su madera, las paredes parieron sillas por donde fuera y aquella señora, se rindió a lo que sus ojos veían, con auténtica sorpresa: pintaba Dalí su Cadaqués hermoso, Gala lo miraba con deseo erótico mientras un vulgar Sancho, jugaba al dominó con un Neruda ya cansado, de tanta pipa y tabaco. Explicaba el pintor que a todos engañó, que si bien era genio no nació seductor y que de sus huevos solo nació una flor, era de lis y no de otro olor. Contento pintaba la oportunidad que aquel espejismo le daba, a la utopía con su pincel gratificaba porque por fin pudo plasmar, lo que la soledad gritaba. Gala estaba entusiasmada, quería un rebozo tejido por las manos de aquella anciana, una tela que le recordara, un pedazo de nostalgia que le dijera que en la vida, fue amada y no como ella, a la suerte abandonada. Sancho no decía nada, no había un tinto que su panza llenara, tampoco molinos con los que discutir viejas andanzas y mucho menos un Quijote para mostrar travieso una dulce venganza. A la señora miraba y a Dulcinea le recordaba, si, la del Toboso que era mucho mejor que aquella casa, pero no más bella que el alma de aquella anciana. De la mesa quitó un teléfono, llamó a la tienda, como siempre la de la esquina pues estaba más cerca, la compra sería secreta, el pintor pagaría, un tinto y algunos aperitivos para calmar ansias a un Neruda que del humo ya había huido, también para la señora un café distinguido, para Gala un licor hecho de miel y olvido y para Dalí, una butifarra y un par de huevos cocidos. Lo miró y sonrió Neruda alargando en sus labios una rima, pensó en aquella señora y la sintió poesía, se le acercó, le dio la mano y un “gracias” le susurró. Preguntado por el por qué, Neruda respondió: por primera vez sobre otra soledad escribiré porque ahora en mí no la sentiré sino en usted. La abrazó y continuó: Es todo un amasijo de versos, yo solo correctas letras les pondré, los ordenaré, de sus ojos el sentimiento robaré y de su alma ese libro, en el que los escribiré.
              Aquella anciana lloró. Su soledad sería pintada y escrita, tratada como reliquia por los más grandes, asumida como vida y también besada cada día en el rebozo de Gala o en la caricia que le había dado aquella redonda panza. Por primera vez el pintor y el escritor una ajena soledad profunda olerían, en lienzo y hojas la plasmarían. Dalí en un gran huevo escondió su tiempo para poder llenar aquel lienzo y Neruda tomó otra vez su pipa, su tabaco y todo su genio para poder escribir aquel sentimiento.
             Y el espejismo se diluyó.
             Hay soledades que nos rebasan. No es fácil entender una soledad cuando no es la tuya, a veces a lo ajeno cerramos miradas y alma, decimos que no comprendemos pero cuando nos toca…el grito roza el cielo.
             Por cierto Dalí no dejó el lienzo en blanco, lo llenó de colores, sensaciones y dobladas emociones… y Neruda, escribió el libro más largo.



lunes, 26 de noviembre de 2018

TAN LEJOS.


               Piensas que la vida te ha dicho la verdad, que porque estoy lejos no me puedes amar, que en el recuerdo no hay sinceridad, que nacimos de la ansiedad y que nuestras miradas, jamás se tendrán que cruzar. Cabalga la mentira, estrecha y en azufre molida, por ajenos elegida, enseñada y mal aprendida, arrebatadora y mal parida, también desvestida y por el pensamiento, a veces asumida.
               Estás tan lejos que cuando  lloro ni tu recuerdo seca mis lágrimas, tan lejos que cuando quiero escribir tu aliento, la tinta no resbala,  la imaginación de mi se separa y solo el vago reflejo de la Luna, penetra tímido en mi ventana.  Le pido al cielo que pliegue el espacio, que junte mi oscuridad con la luz de tu alba, el despertar de tus sábanas con el reposo de mi almohada, la humedad que cada noche invade mi cama con ese cepillo que por tus cabellos, despacito resbala. Todo es tiempo, una ilusión que traspasa el entendimiento, una dimensión para la cual no estamos hechos, unas letras que cada día desgarran en mi pecho ese sentimiento que por ti tengo, ese que no puedo tocar, ni siquiera cuando tu perfume, copula con mi viento.
             Creo tu imagen en la música a semejanza de mi añoranza, dibujo tu silueta entre humos y viejas ceras, tu piel en cada pintura de  sombras perversas  y me lleno de sabor, solo cuando dentro de un viejo tinto, mi boca respira, el suave mosto de tu ardor. Ven, atraviesa el no tiempo del Universo, la cadencia de mis versos, esa saliva que para ti guardo entre mis deseos, esa caricia que huele a terciopelo, esa boca que te abro desde dentro, porque cuando toques mis labios, del beso serás, el más precioso de los ungüentos. Escondí un anhelo en cada capítulo de mi vida, ese que para ti guardo abierto, un deseo que creció en cada sueño, en cada palabra de amor que de ti recuerdo, en cada noche que en mi soledad te exprimí por completo.
             Todo sobre el recuerdo es aciago, días largos, interminables noches, sudores empapados sobre cada poro de mis pecados, ese desgarrado gemido nunca olvidado y el grito callado cuando asoma el alba sin que estés a mi lado. Búscame, de mi aire sé parte, de mi alma su anclaje, de mi amor el coraje y de mi poesía esa tilde que con tu rima, en mi vida encaje. Ven hacia mí porque soy elixir, esa lluvia que es maná, el más allá en tu despertar, esa caricia que de ternura te llenará, ese juego de ajedrez que siempre ganarás y también ese color, que le falta al arcoíris de tu hermosa beldad. Brillaremos estrellas, seduciremos cometas, de humedades pintaremos lunas y de amor, cada palabra que salga de mi boca y de la tuya.
            Tan lejos, demasiado silencio, soledades abrazadas en el invierno de los celos, palabras escritas en el pergamino de los deseos, explicación última en el vacío de un beso, lágrimas divinas de un amor que para el Universo no es pasajero…tan lejos y tan cerca de lo eterno.



domingo, 25 de noviembre de 2018

DESAMOR PASAJERO, AMOR ETERNO.


            Se deshace la mirada en lágrima, la mano en caricia, el labio en apretada rabia y el pensamiento se abraza fuerte a una deseada nostalgia. Se desliza en el aire una suave fragancia, la memoria pinta una raya, el olvido necesita magia pero el recuerdo estremece con dureza, el fondo del alma. Suda el candelabro sus ceras envainadas, el balcón resbala el óxido de unas barras a hierro forjadas, astilla el vidrio el marco de su ventana, también el viejo polvo del suelo se levanta y poco a poco se derrumba la casa de aquel amor, que ahora yace en otra cama.
             De traición se vistió el alba cuando la primera brisa de tu olor no tenía nada, de hipocresía la palabra al nacer de tu boca y saber a falacia, de hiel cada gota de tus fingidas lágrimas cuando en tu último abrazo, empapaban mi cara. Lo último que vi fue tu espalda de arrogancia disfrazada, las puntas de tus cabellos en extrañas huellas enredadas y el maldito orgullo de tu mirada cuando al cerrar la puerta, tu reojo, todo me explicaba. Te pedía que no me dejaras, que sin ti sería nada, que la vida daría por muertas cada una de mis albas, esos amaneceres que en brazos de otra alborada, besabas y besabas.
            Los días pesaban, cada noche una incertidumbre cerraba a canto mi ventana, las sábanas gritaban, mi almohada ni a la mejilla se pegaba, el miedo en mis entrañas cabalgaba y la soledad empezaba a pintar cada pared de mi casa. Encerré mi corazón, no quería del amor saber nada, ni su poesía ni a que sabía su fragancia, tampoco si en él vivían alegrías o si en algún libro tenía escritas sus melodías. La negación era un tesoro, el nervio un maldito y escondido acertijo, el pensamiento ignoto y la imaginación, carente de cualquier tipo de retoño. El invierno no solo era frío sino también hielo para mis sentidos, la primavera un otoño caído y el vacío el que mejor dibujaba tu olvido.
            Caminaba de la mano de una desidia consentida, no me atrevía a pisar ninguna orilla ni oler la fragilidad de un lodo que mis huellas no quería, tampoco una pequeña luz que de lejos me perseguía pues creía que eras tú quien la prendía. Pensaba que regresarías, que de él te olvidarías, que ante mi tu perdón arrodillarías y que mi alma otra vez te escribiría. Pero no fue así, el cielo cambió de color ese día y una tremenda oscuridad llenó mi vida. Quería una cantina, un desahogo que me explicara que algo seguía, un zumbido que atravesara mis sienes y que me gritara que aun tendría vida. Las puertas se cerraban, nadie quería aquella madrugada, ni las farolas ni las fachadas, tampoco la Luna y mucho menos el aire, que prestado respiraba. El tiempo blandía su espada, el espacio crecía y de frondosa niebla se llenaba, el bosque reía, un lejano lobo aullaba, el grillo callaba cuando sobre aquella acera, este hombre, sus bruces arrodillaba pidiendo clemencia a quien sabe quién, que le explicara si habría otra alba.
             Ya el frío mi garganta estornudaba, la decisión calaba, un cáliz desde mi dentro sangraba y  aquella cuchilla sobre mis venas, despacito e inquieta, resbalaba. Un escalofrío recorrió mi espalda, sentí una presencia que entre velos me abrazaba, una imagen necesitada, un olor a quemada vainilla en vara, ese sabor a mente sabia…esa sensación de que alguien escribía en mi alma. Aquella poesía me regaló sus palabras, también cada rima, cada pedazo de un sentimiento que ya no recordaba, sentí que me acariciaba, una sonrisa que profunda sobre mis labios temblaba, una oportunidad como tren despuntando en aquella incipiente alba. Me giré sobre mi sombra, no vi nada pero mis sentidos con alguien hablaban, no era mujer ni hombre, tampoco una imaginación alocada, quizás una invención del alma, la necesidad de un corazón a punto de perder el palpitar de su magia o quizás esa visión que no ve nada pero mira quieta como la naturaleza poco a poco, formaba desde la oscuridad, aquella hermosa alborada. Me sentí transportado a un mundo que no era raro, crecía el musgo a su árbol atrapado, un arcoíris mostraba su raíz y el tesoro enterrado,  el mar estaba sentado, por lejanas olas era bañado y por esponjosas nubes, una y otra vez llenado. Nada se acababa, todo siempre empezaba, la música se reinventaba, el aire entre rayos sus entrañas calentaba, todo vivía, nada moría, todo sucedía, no había distancia y  tampoco tiempo que sus manecillas necesitara. El cielo soñaba cuando el pintor de colores lo llenaba, la lluvia sobre algodones descansaba y el viento, todo el viento era para mí y frente a mi cara, todo el Universo me explicaba. Y apareció el gran Mago, ese eterno desde la Fuente creado, todo el saber del akásico, el infinito de luz disfrazado, esa condición que es Legado. Huyó la dimensión, sentí amor en su posesión, cambió la vibración, a tanta intensidad rendí sumisión y me rebocé por completo en la arena de una exquisita  pasión.
                Me llené de mirada, desde mi cama a la ventana, en la pared ya no había soledad estampada, las sábanas no gritaban y un suave rocío  abrazaba aquella ansia y de ella, poco a poco me preñaba. La puerta con insistencia era tocada, la sensación me aturdía, me envolví con la toalla, desperté con caricias mis canas, tragué una saliva extraña y a través de la mirilla, ahí estabas. Llegaste a mi vida, un día que no era nada, no te esperaba pero te necesitaba, no quería pero me llenaste de alegría. Mi portal lo sabía, amaneció limpio como destino divino, terso para que tu huella fuera la primera en ser imprimida, valiente para que desde él quitaras todos mis miedos, soñador para enseñarte el volar de todos mis anhelos y muy osado para contagiarte de aventura y robar de mi alma tanta amargura. Nos fundimos en verso, en amor, en naturaleza y en Universo. Hoy nacen de la poesía los recuerdos, aquellos instantes que entre sombras desgarraban mis sentimientos, las melodías que tocaban azufres en mis infiernos y también esas letras que nacen de mi alma cuando te toco y te siento. Cada día desde la oscuridad creamos nuevas alboradas, siempre distintas, siempre de nuestras humedades preñadas…cada tarde somos pincel de ocre en el cielo y cincel de arte en cada nube que convertimos en deseo…cada noche en la Luna caemos presos, en su reflejo el amor hacemos, cada grito es gemido, cada suspiro un sueño y cada caricia, la promesa de un amor eterno.
            


sábado, 24 de noviembre de 2018

HAZME SENTIR HOMBRE.

               Tócame, pon tu mano alrededor de mi cuello, deja que tus dedos se enreden entre mis cabellos y ahora despacito, susurra en mi oído tu placer prohibido. Cierro los ojos, es tu lengua la que me siente todo, mi oreja, el nervio en mi quijada, cada ardor en mi garganta, en mi cara, en lo partido de mi barba, en cada poro que abres con tu ansia y también en cada pestaña cuando tus labios las abrazan.
               Que sea tu aliento quien provoque mi alma, ese vapor caliente que desde tu dentro a mi boca pegas con ganas, esa lujuria que sabe a pecado y quiero probar en cada una de sus formas y también su dulce fragancia.  Enséñame el poder de tu celo, desabróchate la blusa, quiero absorber tus senos, cada gota, cada ternura, cada suavidad que me toca como bruma, cada latido de un corazón perfecto…cada uno de los versos que en tus pezones, riman con nuestro anhelo.
               Pégate a mí, píntame de cielo, con tus besos y la caricia de tus manos entre los vellos de mi pecho, con tus labios, con esas burbujitas que nacen de tu aliento, también con esas palabras que erotizan tanto mis sueños y con esa mirada que enciende ese fuego que por ti, traigo dentro. Hazme hombre, humano y pecado de tus infiernos, excusa de tus miedos, el primero en profanar tu cuerpo y el último en sentir, todo lo que para mí es de ti, un prohibido deseo.
                Siénteme como trofeo, hazme tuyo, deja que mi prisa sea tu tiempo, mi piel ese lodo que atraviesas completo, mi vientre el palpitar irreverente en cada mordida de tus dientes, mis piernas ese mar donde se mojan tus sienes y mis escalofríos el punzante deseo que como hombre goteo despacito cada vez que siento tatuado el calor de tu libre albedrío. No te detengas, mi orgasmo te venera, por toda la espalda, entre mis muslos, desgarrando mi cadera, confundiendo piernas y cerrando mi garganta hasta que tu alma entera me posea. Tu humedad es sincera, el abrazo perfecto, la sensación etérea y el roce suave de tu clítoris, la seducción, que mi vida desea.
                Enséñame de ternuras, de caricias y miradas profundas para que el después no sea aciago ni tenga ninguna duda. Enséñame como cruzar tanta dulzura por entre tus brazos, a probar tus besos cuando salga ese niño acobardado, a nadar en sueños cuando el rocío nos pegue empapados y también a saber que vivo completo, cuando en ti, escribo mis orgasmos. Enséñame, porque hoy me hiciste sentir hombre, divino y también, el mejor de los humanos.







LA CONTRA DE LA DANZA.


          Ruge el cielo su tormenta, silba el viento más allá de cualquier vereda, revienta el trueno su cornisa, deshace todos los mimbres conocidos el cometa. Todo es ilusión y fantasía, temblor y osadía, la contra de la danza llegó a mi vida y les explicaré por qué a veces mis acordes no vivían y tampoco mi sonrisa.
          Primero embriagaré mi razón para que el miedo no sea condición, después prenderé una cera, le pediré al temor su rendición y al hombre que mire a otro lado, a la mujer que su despecho sea controlado y a cualquier niño que me lea su venia, porque de sueños, están hechas mis letras.
          Lamía el León una hiena, ella se reía mostrando pasión, la culebra los miraba inquieta y entre las sabanas de viejas selvas, una historia escribía su condición: era año de nieves y las sienes no encontraban sus frentes,  con lo que podían ayudaban las cejas, las pestañas se rendían ante ojos tan prominentes, no cualquier boca hablaba y las palabras reposaban en la mente. El solsticio se negó a cruzar su estación, el meridiano se quitó la hora de encima, el humano no existía y por ende la ignorancia dormía y dormía. Todos eran sabios, las plantas, las rocas, los ríos y también las alegorías. Frunció el ceño una amatista, mientras tanto una montaña se desvestía de calor que tenía, la nieve caía y caía, el mar ya tanta agua no quería y le pedía al río que aguantara tanta osadía, que no era invierno todavía y que tanta sal, al final en la nada se diluiría.
          Llegó el primer turista, el atrevido que se ganó de otro planeta la lotería. La Tierra era suya, no había competencia solo un aire con sabor a vicio y fresa. Lo respiró primero, se desnudó después, miró y remiró, vio que no había mujer, se sintió solo, pensó, un sentimiento nació, el acto emocionó y una mujer creó. Le dijo “hola” le contestó con un “adiós”, insistió y un “pregúntale a Dios” se llevó. Cabizbajo se retiró. Se durmió y el segundo día llegó. Ahí estaba la mujer, hermosa, bella, seductora, sensual y cautivadora. Se preguntó si tan excelsa creación era de él, la mujer su telepatía leyó, le dijo que no, que solo sus ojos eran a su semblanza, que su cuerpo era de Dios y que su alma, todavía estaba en divina discusión. ¡Hummm! Pensó el turista. La mujer le preguntó: ¿quieres crear mi alma? El hombre pensó, meditó, imaginó, un sentimiento de otro cielo lo embargó, le gustó, lo soñó…Y un alma se creó. Cerró los ojos aquella mujer, una intensa luz toda la Tierra cegó, el amor se olió y en aquellos ojos algo sublime se creó: calor y viento, deseo y anhelo, azabaches y flores de almendro. Sorprendido, el turista la mano le dio. La mujer asintió. El turista se atrevió, aquella mujer no cedió. Empezó un juego de palabras, intenciones y negocio entre almas.
             Intentó el hombre cambiar los sentimientos de aquella mujer, sus decisiones, sus creídos desórdenes, la religión que no tenía y hasta los hábitos que quizás de alguna bacteria poseía. No hubo manera. El turista insistía, la mujer no consentía.
             Cansado de carne y mente, con el cerebro seco y algo de su cuerpo bien tieso, sacó del imaginado bolsillo su mano y pensó en ahogar sus pasiones como lo hacía antaño. La mujer se le acercó, lo acarició, puso entre sus piernas un poco de vaho, con un labio su boca rozó, el hombre se ruborizó, se calentó, frío sudó, también dudó. La mujer insistió, su pezón al velludo pecho acercó, el hombre cedió y cuando todo el volcán lamía lavas a su alrededor…la mujer se levantó y con gran estupor exclamó: “de ti soy superior, jugaste a ser Dios y el sueño te sobrepasó, tanta imaginación un hermoso ser en mí creó, en el deseo mi cuerpo perfecto nació y en el desordenado revoltijo de tus sentimientos, un gran amor en mi dentro se creó. Un amor a lo eterno, no al hombre sino al cielo, no a tus silencios sino al ruido del Universo, no a tus pasiones y sí a los brazos de cualquier albedrío hecho viento. Soy lo que debo ser y no parte de tus miedos, soy inteligente y no cómplice de las ignorancias en tus celos, soy mujer y por tanto, libre en mis anhelos”.
            Entendió el hombre que debía crecer, reinventarse como otro ser, ver más allá del límite a tanta languidez para después, una mujer poder merecer. Se convirtió en mono y de cada árbol aprendió, en pájaro y su mirada expandió, en perro y la fidelidad comprendió, en delfín y diferente respiró, en niño…y otra vez soñó. La mujer de lejos lo miraba, el aprendizaje costaba pero ante tanto empeño, algo la enamoraba. Aquel hombre diferente se mostraba, blanca era su alma, su cuerpo cuidaba, exquisito olor sudaba y cuando un desacuerdo llegaba, siempre recurría a la palabra. También la ternura llenó sus manos, la caricia sus dedos, la sincera humedad  sus ansias y el día que por fin la tuvo en sus brazos, ella consintió, en él se refugió y con ambos de amor preñados, explotó la poesía, de tantos sentimientos guardados.
            Hombre y mujer deben estar al mismo nivel, en ese nivel donde lo espiritual copula con el ser, donde el alma es escrita con semejante tinta y donde el corazón late con la sangre del otro, sin condición y con la misma rima.
         



viernes, 23 de noviembre de 2018

AQUÉL ESPEJO.



               Miraste aquel espejo y me sentiste dentro, en su frente te desnudaste, viste como te miraba, ante él tu cadera contorsionaste, a él tus senos pegaste, sabías que no podía tocarte, me hablaste, un beso con la boca abierta me enseñaste, las manos recorrieron tu cuerpo, los dedos el vaho de mi aliento, tus ojos miraban dentro y yo sufría, envuelto en aquel espejo. Fue el primer día.
              El segundo te vestiste distinta, con menos ropa, solo una seda te cubría, toda te entreveía, erótica y hermosa, seductora y con todo el reflejo, de una elegante poesía. Te acercaste completa, primero fue tu mano la que tocó el espejo, tus dedos lo medio rasguñaron, exhalabas deseo, tu pubis mojado era perfecto, cada uno de sus poquitos vellos, cada poro abierto y también esa suavidad, que resbalaba despacito por aquel pulido viejo. Fue el segundo día.
             Era miércoles, ya la noche caía, una luna preocupada no te veía y yo atrapado, con la paciencia discutía. Llegaste como siempre divina, te quitaste el maquillaje, las arracadas, una pulsera y también una regalada gargantilla. Aquellos labios probaron tu lengüita, yo quería, solo me mostraste una gota de tu saliva, también una grieta que en vida no querías y poco a poco de tus hombros quitaste del sostén una primera tira. El escalofrío era consentido, tus pezones excitaban la superficie de aquel amigo, tus manos los juntaron, a mi cara se pegaron, sentí su olor, el sabor de tanta ternura y también ese dulce erotismo, cuando en mi alma creaste un nuevo y empapado rocío. Fue el tercer día.
           Recorrió el alba sobre el espejo su elegancia, una pequeña brisa gritaba, del norte un frío viento en su temblor cabalgaba y tú, despacito te despertabas. Yo estaba atento, quería ver tus lagañas, tu cabello desquiciado, el sabor de tu aliento temprano, lo que del exquisito perfume en tu cuerpo había quedado y también en tu espalda, lo que de aquel sentimiento se había perpetuado. Ese día me ruborizaste, ante mí te depilaste, de crema te llenaste, tus pestañas acicalaste y recuerdo muy bien, cuando aquella toalla por mí encelada, recorrió el alma, acarició tu lienzo y de aquel espejo quise ser pincel, óleo y también, el artista más travieso. Te fuiste corriendo, se te hacía tarde, se te olvidó mi beso y cerraste la puerta  no sin antes dejar un pedazo de tu viento en el calabozo de aquel espejo. Fue el cuarto día.
           Del trabajo llegaste, independiente te miraste, orgullosa y retando una nostalgia. La dualidad estaba presente como mujer y también como humana. Te desvestiste, solo vi tu espalda, una pequeña arruga que escribía edad en la parte baja de tu garganta, en el  hombro una ansia estresada y en tu aliento, esas ganas de secuestrar todos mis sueños. Apagaste la luz, tu mesita de noche y toda la estancia, el celo era magia, la almohada al verla pegada a tu cara, aquella sábana cuando entre tus piernas por siempre parecía se quedaba y también aquella bendita oscuridad, solo por el brillo de tus ojos cuestionada. Fue el quinto día
           Y llegó el sábado, perverso y confeso, día de aventuras y extraños versos, te sentías sola porque no entendías que yo seguía atrapado en tu espejo. Te gritaba y no me escuchabas, a su puerta tocaba y ni se estremecía la maldita estancia, de mi caliente vaho lo llenaba y no le dolía, palabras de amor y deseo escribía pero ni un garabato en él sobrevivía. Tenía que conseguir que entraras en él, de alguna manera tenía que imaginar tal osadía y fue entonces que convertí en cuento tu vida: cerré los ojos, te soñé mía, le pedí al cielo una alquimia, que le robara al mar su espejo, a una vieja nube que me lo trajera con empeño y un poco de intensidad, a cada uno de los  vientos. Convertí mi espejo en agua, esa cárcel en dulce cama, lo notaste y quieta me miraste.  Como cada noche frente a él te desvestiste, eras turrón y de la música exquisita melodía, quería que fueras atrevida, como algodón de caramelo en el pensamiento con ansías te lamía, la más hermosa nube del cielo, esponjosa y con la forma elegida, seductora y erótica, hoy serías mía, húmeda y de la Tierra su armonía…hoy, con amor te poseería. Sentiste diferente, sabías que ahí estaba mi vida, que no había excusa y que a mi ser, toda te darías. Te acercaste, tu cuerpo pegaste, se hundió en mi agua, a mi boca llegaste, lo absorbí con toda mi alma, tus labios juntaste, mi deseo engullió cada una de sus partes, tus piernas caminaron y en alta marea fuiste amada sin temor y por cada una de mis artes. En mi entraste, a mi espejo y a mi vida. Aquel reflejo por siempre se rompió, entre nosotros el tiempo se olvidó, aquel espacio nos atravesó y el espejo cayó. Fue el sexto día.
        Al séptimo día con los dos abrazados, el amor no descansó.
         




jueves, 22 de noviembre de 2018

PAISAJES


                 Resbalaba la cascada en el lecho de un río cansado, salpicaba briznas de música su agua, también brillantes y diamantes, ecos profundos que siempre en el alba, se robaban una dulce esperanza. Preguntaban las piedras por qué siempre el musgo las abrazaba, sonreía la humedad y un astillado leño soltaba su última carcajada. El color era tanto que embriagaba miradas, el olor tan sano que expandía el alma hasta su membrana, el sabor de aquel día por natural era extraño pues quien esto escribe, rodeado de otra vida se encontraba. Esa vida que era naturaleza y proeza en cada gota de agua,  del viento caricia sin pausa, en el contenido aliento el suspiro cuando respiraba  verde en cada rama, en el silencio esa soledad que por un día era diferente y muy necesitada. Todo vivía, bailaba la dulce melancolía conectada a mi poesía, se despertaban las letras en el libar suave de cada mariposa que pasaba, en el verso imaginado había fragancia, mis tintas corrían por aquella agua y entre círculos,  rima tras rima, húmedas estrofas se creaban.
                 Aquel bosque me hablaba, desde su profundidad atraía mi mirada, en su poderosa virginidad competía con sombras cada alba, todo era otra realidad, una magia que desde la tierra brotaba, una sutil densidad que con amor me cantaba. Decidí caminar, mis pies descalzar, cada árbol abrazar y sobre cada mojado barro dejar una huella para que aquel bosque sintiera, que yo, era de verdad. En lo alto las hojas se apartaban para dejar que el Sol iluminara cada vara, las ramas de mis piernas se alejaban y algunas flores sus rocíos convertían en pequeñas almohadas  para que sus espinas solo fueran, dulces bayas. De frente miraba, una maravillosa estela el camino me enseñaba, me sentía raíz y de la selva parte de sus entrañas, tocaba el cielo entre arbustos, nubes entre telas de araña y también estrellas en cada corcho, que atento me guardaba. Escuché el cantar del juglar, del viejo tronco su meditar, de cada musgo su palpitar y también como un hada volaba en frente de mi cara sin cesar. Era hermosa, bella, pequeña y parecía talentosa. Me pidió la mano, me dijo que de ahí me iba a sacar, que el ocaso estaba por llegar, que una fantasía me iba a mostrar y sin dilatar, volé con ella a mi mar.
                  Como siempre inmenso me miró con recelo, hacía tiempo que no lo tenía entre mis dedos, rugió una ola y cuando mis pies abrazó, una suave espuma de su sal todo me empapó. Mi azul me sonrió, el horizonte de él se despegó y un ocre perfecto al cielo lo soldó. Era mi mar, ese Mediterráneo siempre inquieto y con historias que escribían en piel sus testamentos, siempre perfecto, en sus gotas, en cada marea, en cada grano de arena y también, en cada uno de sus silencios. Lleno de leyendas y maravillosos yacimientos, de ciudades sumergidas y navegantes que por siempre se quedaron en su lecho, de grandes tormentas sufridas, de extraordinarias elegías, mojado por grandes epopeyas siempre leídas y lleno de sangres que un día se atrevieron a mirarlo con desprecio y que hoy lo miran, desde dentro. Mi mar, mi Mediterráneo que un día me vio nacer y que el destino ha escrito que en él, un día, deberé trascender. En su playa dejé un recado, no dentro de una botella sino sobre su arena y en una burbuja que me respiraba llena,  una brisa se pegó a mis párpados, sentí un abrazo salado y de la mano de mi hada regresé al río donde todo este sueño había comenzado.
              Todo era distinto porque el río ya sabía su destino, rumbo a mi mar emprendió su camino, el bosque se abrió divino, el último Sol entró completo y en sigilo, cada gota absorbió de mi todos mis sueños, cada piedra se desprendió de su musgo con apresurado empeño para que el agua con prisa resbalara y comprendí que aquel río, lleno de mis sonrisas y anhelos, no pararía hasta llegar a mi Mediterráneo querido. El hada se despidió no sin antes con sus pequeñas alas acariciar mi cara, no sin antes escribir un susurro en el fondo de mi alma, no sin antes juntar sus labios y cuando estaba a mi mejilla pegada, tatuarme un beso con toda su fragancia. Mi destino estaba escrito, lo corría el río, por el hada era dirigido, atravesaría bosques y solsticios, veredas y atrevidos caminos, ilusiones y también paisajes que harían de mi vida, un hermoso escrito.


               

miércoles, 21 de noviembre de 2018

ABRÁZAME


              Abrázame, siénteme como nunca lo has hecho con nadie, permite que tu corazón se llene con mi fragancia y que tus ojos no miren, cuando estés dentro del baile de  mi elegancia. Abrázame, siente mi hambre, esa ternura que quería compartir desde antes, el poder de mi palabra cuando hecha susurro en tu alma lata, esa lágrima que tenía guardaba, para cuando alguien como tú, mi soledad desgarrara. Abrázame, róbame entero, no dejes que tenga miedo, quiero tu cariño, necesito el calor que traes dentro y también cada burbuja que sale de tu aliento. Abrázame, explícame porque en tus brazos me siento eterno, porqué ese silencio es tan hermoso y quieto, porque mi piel te muestra lo travieso y porque cada noche, me sueño en tu dentro. Abrázame porque sin ti no estoy completo, me falta el regazo entre tus senos, el temblor de tu vientre, el pensamiento de tus sienes y también ese beso que cada noche, clavas en mi frente.
              Abrázame sin miedo, que no te importe lo que dirán ni los ajenos miedos, tampoco el sufrir de los amantes imperfectos y mucho menos si hoy la Luna esconde  de ti, todo su reflejo. Hoy necesito de ti ese abrazo sincero, ese matiz sutil y lleno de celo, ese calostro que fluye de tu alma y que quiero comer por entero. Hoy necesito de ti, cada emoción, cada deseo, cada brizna de tus besos, cada palabra que respira tu anhelo…cada verso que cae de mi poema porque en ti, es perfecto. Quiero que seas mi noche, el surgir del rocío entre flores, ese olor que nada entre sabores, esa imaginación llena de colores, esa ilusión que hace del sueño la magia de un hombre…esa mujer que explique amor, en cada uno de mis rincones.
             ¡Abrázame!

MIRA EL VÍDEO AQUÍ:





domingo, 18 de noviembre de 2018

UNA PESADILLA ENTRE COPAS



              Avanzó espesa una bruma, cálida, extraña, llena de brazos ancianos, de una niebla con hilos desgarrados, con labios mojados, pupilas encendidas y ojos abiertos con miradas atrevidas. Enfrente se detuvo, cogió aire, desgarró su capa, también aquella piel escamada, le dijo al tiempo que no era nada, al espacio que le había quitado la distancia y sin darme cuenta, atravesó mi alma envolviendo de miedo cada gota, del aliento que me quedaba. La noche se mostró en todo su manto, huyó la Luna para no reflejarse en el rayo, una densa telaraña resbaló por toda mi espalda, el corazón con fuerza gritaba mientras un maldito frío, recorría una por una todas mis entrañas.
             Aulló el lobo sin Luna,  se convirtió el río en una seca laguna, nadaba mi cuerpo sin agua ni espuma y mi sombra, gemía desnuda. Cien lenguas de fuego me lamían los dedos, quemaron el libro de los viejos testamentos, también las tablas de los sumerios y cada historia relatada, desde el fondo de los tiempos. De una nube llovió sangre, del fondo de la montaña salieron demonios como enjambres, del norte llegó un viento desafiante y del mar diez tritones, llenos de hambre. Corrí a ninguna parte, el vacío me seguía, un precipicio a cada paso se abría, poco a poco el cielo su color perdía, las aceras se doblaban, las fachadas sobre mí caían y sin dudarlo, entré a una cantina.
            El ambiente era raro, un ermitaño pedía tabaco, un eunuco se creía conquistado, el baño estaba limpio y era raro, en una esquina un vómito yacía a su fregona pegado, a mi derecha dormía sana borrachera un anciano y en la segunda mesa, sentaba sus posaderas una hermosa damisela. Pedí un doble con la condición de que los hielos no salieran de su mano, el cantinero me miró rápido, antes le dije que ahí estaba mi pago y que se quedara con el cambio. La guapa sacó un cigarro, se lo prendí raudo, me dio una tarjeta con sus honorarios y enseguida cerramos el trato.
             Abrazaba silencio cuando su beso copuló con mi aliento, tenía miedo, no quería tocar el cielo, pensaba que su amor no era sincero, que era pecado tanto deseo y que ese motel, solo era un pedazo más de aquel infierno. Se atrevió la nostalgia a rendir su manifiesto, caminó una lágrima, ella escuchó mí dentro, esa necesidad hecha palabra, ese murmullo que entre copas, empezaba a soltar mi alma.
             Elegante y primorosa, su derecha sostenía la copa, su izquierda el humo de una hierba seca y olorosa, su mirada en mis ojos seducía cautivadora, cada caricia entre mis piernas era provocadora mientras su teléfono hablaba y sonaba, porque alguien lejano, también la quería toda. Cruzaba sus piernas, inquieta y juguetona, le daba la mano, la cogía con agrado,  a veces me enseñaba con disimulo esa emoción que guardaba entre sus trapos, también la seducción de aquellos senos erizados bajo mi amparo y de vez en cuando esa mojada ternura que en aquellos labios mojaba su lengua entre dientes y cariños pagados.
              Le conté todo lo que había vivido, que no lo quería como destino, me miró con un sinsentido y me desabrochó la camisa antes de creerme lo sucedido. Le dije que no y me preguntó a qué había venido. Le contesté que como compañía y al parecer no le gustó. La hora convenida pronto se acabaría y sólo me quedaría. Armé una treta, le conté otra vez toda aquella historieta, le dije que sola no saliera porque por aquella acera caminaban tritones, demonios que volaban en enjambre y tal vez alguna que otra alma en pena. No me hizo caso, calmó de su cuerpo aquel sentimiento erizado, cogió su bolsa, retocó sus labios, prendió un cigarrillo y después de mostrarme otra vez el edén bajo sus trapos, abrió la puerta y salió a buscar trabajo.
             De repente un gran ruido mi atención distrajo, miré por la ventana, un circo había llegado. ¡Lo que faltaba! Decidí caminar a mi casa cuando vi a un enano crecer y crecer, a un mago sacar de la chistera un pez, a un payaso sin nariz llorar con gran avidez y a mi guapa damisela con una barba tan larga que llegaba hasta sus pies. Mis ojos froté una y otra vez hasta que un pellizco en mi trasero noté: era un gran erizo con traje de caché, me miraba pervertido y con las púas al revés, a su lado derecho un hombre que iba de parto, a la izquierda una bruja con sombrero de pico pero sin escoba ni verrugas, a su espalda un equilibrista cojo y debajo de sus pies, una alfombra roja que caminaba sola. Corrí. A la cantina entré otra vez, el baño estaba sucio de tanta perdida ingravidez, el anciano de su borrachera despertaba, una mesa recorría su silla porque ya nadie se sentaba, el cantinero desde su boca a cada vaso un hielo le tiraba, sus manos estaban atadas, su frente sudada, su camisa mordida y también su cara. Me asusté, en la niebla pensaba cuando una gran garra se posó sobre mi espalda. Me giré, el infarto se detuvo, mi ex mujer me miraba con ojos profundos, puso su garra en mi garganta, su pierna entre las mías, su lengua lamió una de mis pestañas, aquel hedor me deprimía, dos de mis ex suegras la seguían, todo era dolor, una metáfora en carne viva. No me soltaba, quería que cada pleito recordara, robó mi alma y sentía como la rebobinaba. Los demonios entraron, también los tritones. En la barra se sentaron, aquel hombre no daba abasto con tanto vaso, escupía hielos como ente sobrehumano, también los calzones los tenía en la mano como trapo para tanto derramo y siempre, siempre me miraba y maldecía, mi maltratada estampa. Llegó la policía sin sirenas ni armas asesinas, solo con una orden de desahucio para la cantina, una de pleitesía para cada una de aquellas sillas, otra de obediencia para mis ex suegras, la de “lejanía eterna” para mi ex mujer (que ya la tenía), una más de cambio de residencia para los demonios, tritones y también para la gerencia, la última era para mí: una orden de comparecencia, era de mi trabajo, ya eran las siete y aquel sueño había caducado. Yo por si acaso desde ese día, cada vez que una niebla se cruza en mi vida, doy media vuelta para ver, si de mí se olvida.



sábado, 17 de noviembre de 2018

EROTISMO ENTRELAZADO



            Soltó el piano su elegancia, el saxo su ronca fragancia, una guitarra sus cuerdas mimadas y entre velas, tintos y humos, seductora se desnudaba. Plegaria de colores, oleos sobre poros, la caricia de un pincel sobre su rostro,  el olor de un beso cuando en el cariño es hermoso, la melodía de un desnudo en el pentagrama del mundo. El abstracto me hizo suyo, dejé la primera gota de mí en su profundo, lubricó su piel y sobre cada uno de sus vellos, se dibujó el escalofrío pintado, de un sentimiento muy excitado. Me respiró bello, caliente, también hombre y lleno de un gran deseo bajo mi vientre. El momento estaba quieto, el espacio nos mostraba cada uno de sus pliegos, el silencio en suspiro vibraba y el primer aliento de su boca, despacito un beso me robaba. El instante desconocía albas, de luna llena la noche estaba preñada, una media luz erotismo exhalaba y abrazados en una brisa anhelada nos sentimos uno dentro del otro, como mar en cascada.  Más me pedía, una sonrisa la cara arqueaba, su lengua escribía poesía sobre mi espalda, a veces prendida en mi pecho y también sobre cada uno de los rincones de mi alma. Estremeció cada algodón aquella cama, cayeron sobre pétalos las almohadas, abrió para mí su posesión más enamorada, sudó el alma, empapé aquel rincón con todas mis ganas, salpiqué de amor cada una de sus membranas, de ternura cada postal que descubría nueva en su mirada y de pasión, cada gotita que mi boca, absorbía sin calma. Bebí toda su fragancia, en su piel calmé mi ansia, en mis dientes el gemido de su garganta, puse un dedo entre sus labios y le pedí al silencio que no dilatara, al cielo que nos enseñara y al Universo, que nos derramara  su dulce erotismo en cascada.
              Le puse mi camisa, consintió, anudé a su cuello mi corbata, el deseo cortaba, dejé un beso sobre su cara, era mirada, sensual elegancia y también ese vapor que en el sudado aire, cada punta de mis cabellos rizaba. Recogí sus bragas, aquella blusa que ya sedas deshilachaba, amarré sus manos, sus pies a cada esquina de la cama, bajé sus pestañas, aquel antifaz mi perfume de cerca respiraba, la feromona brincaba y solo una palabra salió de su alma: “¡Ven!” La paciencia era gótica, negra y temblorosa, el pecado un demonio, travieso y agnóstico, el ansia una espada, punzante y llena de sangre…la pasión un altar, con su cáliz y mi tinto derramado, sobre cada uno de sus poros abiertos y sudados.
              Se cumplió el presagio, el deseo fue soñado, la imaginación expuesta y un pequeño hielo, se deslizó entre mis manos. Recorrió todo el  cuerpo, por su cuello, entre sus senos, dentro de su ombligo, bajando por sus caderas, entre sus piernas y en sus pies, entre sus dedos. Mi lengua lo seguía sin pausa y con poca prisa, toda se contorsionaba, la palabra huía, tanto ardor gemía, sus brazos me latían, las manos insistían, su espalda consentía y beso a beso, poquito a poquito la hice dulcemente mía. Mirar no podía, en la melodía estremecía toda la mujer contenida, el piano la pedía, el saxo la exigía, cada cuerda de aquella guitarra la vibraba consentida y cada poro se cerraba y abría al son que yo quería. En mis labios recibí su primer orgasmo, húmedo y cálido, sabroso, de sueño disfrazado, erecto y sentido como adagio. La orquesta tocó una pieza y otra y otra, en su boca puse una fresa, la mordió con destreza, olió mi nata, una burbuja de cava y ese caviar que en mi vigor nadaba y nadaba. Desaté sus manos, se quitó el antifaz, en mí arrodilló sus ganas y fue entonces que aquella fresa probó la dulzura de mi nata, se hundió entre las burbujas del cava y en su boca deshice mi caviar que sabía a mimosa y a vainilla en vara. Eyaculó su albedrío el sabio dormido, el hacedor de un erotismo por ambos consentido, vomitó libertad el oprimido, secó aquella noche toda brizna de olvido, nos empapó el alba con un amanecer prohibido y nos despertó un café, que también mojado, olía a trabajada tierra y nuevo rocío. Erotismo entrelazado, ese que un hombre y una mujer, deben abrazar antes, durante y después del alba.