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lunes, 15 de enero de 2018

MUJER, LA CARICIA DEL VIENTO.


                   Estaba un viejo sonido componiendo notas en un piano enterrado en la playa de su mar.  Caminaba su mirada perdida en un irrelevante horizonte, un oscuro vacío lo envolvía y la tinta  de su melodía, no dibujaba expresión alguna en el pentagrama del cielo. Era tanta su tristeza que la disfrazó de lluvia y dejó que resbalara por sus mejillas: lágrimas densas y transparentes, mordidas  en cada grieta de labio, deseos cubiertos de hiel que arañaban cicatrices hasta el fondo de su garganta…velo de viejas ansias que cubría poro a poro, la membrana de su alma.
                  Imaginó un regazo y de sus gotas lo llenó, de sudor las envolvió y un atrevido viento, en caricia las convirtió…y era dulce y suave, brisa y rocío… nadó mar, se atrevió y de su espuma se llenó, en aquella arena rodó y dejó que unas manos de mujer, la moldearan en una suave duna de triste amor. Encogió la playa su ocaso, la Luna se mostró y una estrella bajó. Un destello brilló y la duna se desnudó, era tanta la caricia que erizó grano a grano su temblor, era tanto su cariño que aquella mujer su piel le pegó…era tanto el sentimiento que el cielo, cambió de color y la tristeza, voló.
                 Y la caricia era mujer y la mujer, caricia. Era tocada y sentida, deseada y peinada, escrita y de brisa mojada, preñada de ternura y leída en el fondo de su alma. Caricia y mujer, sencillez y desnudez,  poesía y hambre de sed.

                Fundió la noche sus sombras en la nostalgia, el piano dejó de tocar y el viejo sonido soñó, se partió en eco y suave música, en vibración y dulce gemido, en grito y suspiro. Imaginó el destino de aquella musa, de fina seda la vistió y dejó que la traviesa transparencia caminara excitación en cada pliego del hombre. Cosió su piel con mil gotas de cien fragancias, pintó su espalda con los pinceles de soñados azahares y rizó sus cabellos con los aceites de mil aceitunas. Le pidió al rayo que su cuerpo depilara para que ningún vello se atreviera a transgredir su figura y al mar que esculpiera cada uno de sus dedos para que sus caricias latieran como corazón de mimo. De un reflejo de Luna dibujó sus ojos y le pidió al cometa que arrancara pedazos de mar, de verdes valles, de cafetales y de grises cielos, para darles color. Era tanta la hermosura que la caricia la enceló en toda su posesión, la llenó toda y la penetró hasta besar sus entrañas: escribió ternura en sus ojos, suavidad en sus manos y deseo en sus labios…tatuó el sudor de la pasión en su vientre, humedad entre sus muslos y escalofrío en cada pecho…pintó de calor sus piernas, de seducción sus caderas y de sensibilidad sus brazos…arrodilló su música, desgarró su eco y despacito le habló: le explicó que el erotismo sería un hermoso fuego, que su palabra rendiría estrellas, que ante su mirada aullarían mil Lunas y que su elegancia escribiría deseo en las mieles de cada poesía. Mujer y caricia, caricia y mujer…Mujer, la caricia del viento.




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