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domingo, 29 de abril de 2018

PIENSA EN MI O NO.



                  Piensa en mí o no, porque te daré esa clase de amor que en su primer suspiro sentirás de verdad, ese que en su aliento me dirás que lo inventó la divinidad y ese que cuando lo tengas en propiedad, te explicará que ese deseo escrito en mí, es parte de tu inmortalidad. Piensa en mí porque soy hombre y te quiero en profundidad, de niño no quería muñecas y aún así te soñé desde mi inocente edad, de adolescente le dije a mi hormona que me dejara en paz y ahora que estoy listo para amar, eres tú la escogida, para ser parte de mi eternidad. No es fácil sentir y explicarle al cielo esta realidad, no es fácil abrir el poro y saber que quizás no lo llene tu humedad, no es fácil vivir cuando tú no estás ni respirar si en el oxígeno, no está un átomo de tu beldad.
                  Piensa en mí o no, porque ya mi piel se desnudó para recibirte en totalidad, mis ojos no ven más allá que la sal de tu mar, tus sentimientos y tu espontaneidad, mis dientes ya tus labios quieren apretar y mi lengua necesita con ansiedad, entre tus cabellos nadar. Desnúdate porque aun en el pensamiento tus senos quiero acariciar, de tu saliva me quiero emborrachar y entre tus piernas mis temblores cuestionar. Gírate despacito porque es mi pecho al que tu espalda se quiere pegar, es mi aliento el que atrevido te quiere respirar y son mis manos las que por tu cintura, te quieren abrazar. Mírame porque en ti quiero entrar, saber a qué sabe tu humedad, abrigarte del frío de mi escalofrío y de tu alma poder arrancar ese espíritu, que por siempre será mío.
                Sé que el camino no es fácil de andar porque no solo al pensar me vas a encontrar, no solo por cruzar el mar me hallarás y no solo por leer mis prosas en la oscuridad, me conocerás. Quizás de frente sea diferente pero de osada será atreverte, quizás de lado sea más cercano y tendido complaciente, quizás te parezca muy callado o quizás con un café en la mano te explique, lo que hay en mi mente. Pero jamás pienses que ya has llegado, porque sentirás que tu alma no esperaba tanto, a lo mejor te explicaron que mis brazos no eran tan largos o que mi boca no soñaba tanto como tus labios, quizás la espera te carcomió entera o quizás tanta vereda, te impidió ver la verdad o la cima entre tanta nieve espesa. ¡No me tientes porque todavía tocarme no puedes, sentirme creo que mereces pero la distancia no te obedece!
                Piensa en mí o no y mírate, escoge el más preciado espejo, el reflejo de cualquier luna o la tersa duna de un lejano desierto, deja que el agua resbale sobre el  río y quizás en su albedrío, me dibuje en tu destino. Quizás sea yo el que mirarte no merezca, el que poseerte no pueda o el que acariciarte no deba. Quizás sea yo el que pensarte deba, el que en la oscuridad te lea, el que pula ese espejo, el que invente un reflejo y el que suavice esa duna de tu desierto. Deja que sea yo el que anude el tiempo, el que desvanezca en la distancia el aliento y el que arrugue en el espacio tanto silencio. ¡Déjame serlo! porque en mi anhelo le pediré al artista del cielo que te pinte en cada burbuja, en cada gota y en cada piedrita redonda que el destino dibujó, en el dulce albedrío de aquel rio que en su creación, tanto amó. Y será entonces que en tus ojos me miraré y desde tu alma me poseerás, en tu boca aprenderé y tus labios me enseñarán, de mi saliva te mojaré, con mis lágrimas te explicaré y cuando una sonrisa nazca en mi cara otra vez, sabrás, que por siempre te amaré.



             

sábado, 28 de abril de 2018

AMOR, UNA PALABRA, UNA LÁGRIMA


              

                Se atrevió el pensamiento, vibró una cuerda, resbaló un sonido en la boca, lo atrapó mi lengua y una palabra sintió que era de a de veras: sus letras eran miel, no había tilde en su cielo ni coma en su léxico, vestida de luz con botones de sentimiento, era hombre, mujer y su piel, sudaba llena de Universo. Desnuda salió al viento, no pudo la garganta tragar tanto aliento ni la música explicar que ese acorde, no era un invento. Caminaba sola y entre sus dos sílabas se abrazaba toda, era terca, orgullosa y quizás un poco pretenciosa, eterna, tejida de sedas, de fragancia hermosa, cuerpo de diosa y a veces, un poco odiosa. Respiraba y exhalaba como virtud encelada, de lluvia y trueno se llenaba, poseída por la ternura a la envidia retaba, sonreía y lloraba, reía y en la carcajada se ruborizaba…era plena, mágica y siempre, más que una palabra. A mi labio se prendió y por más que quise darle libertad, un miedo la cautivó. Le dije que la tenía que sacar, que entre mis grietas no podía estar, que quería que la conocieran porque era mía en verdad, que la sentía, que en mi alma había soledad, que mi corazón de ella tenía necesidad, que en mi vida había vacío, que solo ella me podía llenar y que en mi camino, entre tanta piedra, ya me tocaba un poco de paz. Me miró, la miré, no entendió, la volví a mirar, creo que me despreció, pensé en mi inseguridad, me leyó, acercó su inmensidad, le presenté a mi mar, de su espuma me envolvió y me demostró que ella también es intensidad: de mis ojos se adueñó, cada mirada era soñada, cada gesto un suceso y cada palabra, un beso en mi alma. Frente a mí se arrodilló y me dijo que también era eterno, que ella me sintió en silencio, que en la soledad existió en mi aliento, que en la oscuridad siempre abrazó mi sombra y que ahora, el tiempo le contó que un espacio deshizo sus hojas, que el libro se encogió, que ya mi mano la tocó, que mi corazón latió, que aunque sienta seca lluvia, su aire me empapó y que aunque respire despacio, el ángel que la guarda, ya me poseyó. Y no entendí porque mis paredes seguían vacías y blancas, mis humedades solícitas y pidiendo batalla, en las miradas buscaba nada y en mis manos, el vacío todavía se encontraba. ¡Dame una caricia, una prueba de que estás viva, una enseñanza o quizás un pedacito de alegría!...Con alevosía le reclamaba, con ansias quería que fuera mía porque en mi guerra ya no quedaban balas, la paciencia fue barrida y en mi trinchera ya no quedaba comida. ¡Por favor! ¡Haz que sea mía! Te juro que la querré como mi vida, de caricias la llenaré, por doquier ternura le regalaré y en la enfermedad, su vena abriré para escribir en su sangre, todo lo que la amé. De su alma un libro haré, en cada hoja un beso tatuaré y no habrá segundo que un verso tuyo no la penetre, ni en su corazón, ni en su espíritu ni en su vientre. Se emocionó la palabra, salió de mi ánima, el escalofrío fue intenso, sudó la mirada, una emoción desgarró el alma, se llenó de saliva, ¡tanta!...que se convirtió en lágrima.

                Amor, una palabra, una lágrima…y en el desgarrado deseo escondo mi alma, en la magia de esa palabra mi silencio, en una lágrima la poesía que llevo dentro y en una vida, ese dolor desnudo en mi deseo, que llena espacios y se alarga eterno en el tiempo…profunda te siento…

               Siento esa pasión que te huele, el intenso estremecer cuando duele, la emoción de respirar cerca tu aliento, ese sonido que compone el alma y atraviesa la piel para ser tocado por el viento. Te siento toda cuando mi carne se abre en capas, cuando en una lágrima te muestro la saliva de mi garganta y cuando visto mi beso con el deseo más profundo que escribe por ti, mi ansia. Poseerte quiero y es necesidad del espacio saberlo porque aún en la distancia, el cielo sabe que te llevo dentro, la nube que en su vapor crepito lento, la estrella que sus destellos de tu mirada están hechos y la Luna que aún en su cráter más viejo, tiene tatuado tu reflejo. Escribiré lo que siento porque es la única opción que tengo de salir del silencio, te leeré el pensamiento y despacito te recitaré cada gota de mi anhelo. Le diré a mi cama que aparte las sábanas de su lecho  porque es tanto el amor que por ti siento, que si tú no estás, no quepo dentro. Le contaré al tiempo que sus manecillas ya no quiero, que se invente eterno y silente, que se encele del rayo al escuchar su trueno y que sea consecuente, porque todo lo que de él he perdido, lo quiero de vuelta, inmediatamente. Pasión y silencio, necedad por tenerla y esperanza, por no ser parte de un olvido. ¡Llora! Llora mi alma, se desgarra el ánima, las paredes arañan, las palabras se extrañan y las tintas corren y corren entre venas, papeles y sombras de negro pintadas. La vergüenza deshace sus murallas, húmedo me desnudo, nadie me abraza, el corazón me reclama y me siento lleno de una brisa que por rara, es amada, necesitada y soñada. El anhelo es vacío, exhala tupido entre las enredaderas de mi libido, la imaginación exclama que todavía no ha sido dibujada y poquito a poquito una emoción espera el alba para ser explicada. Del primer Sol me lleno y al horizonte en su infinito desafío, del mar su espejo me llevo y del viento, su cariño. Espero tenso que tanta humedad brote en pétalos sobre mi cuerpo, que tanto sudor huela perfecto, que la idea sea traviesa y que el sueño despierte cierto. ¡Llora! Llora hombre porque sentir pecado es penitencia para el humano pero no para el deseo en un cielo bien creado, es juicio para el pensamiento reprimido pero no para el amor porque nació de lo divino, es silencio para un espacio sin tiempo y pasión para un tiempo, que en el espacio se quedó eterno.
              Amor, una palabra, una lágrima…silencio de una pasión deseada.



              

viernes, 27 de abril de 2018

EL CORAZÓN DEL ALMA.



                 Miedo tenía el silencio porque en una lágrima encontró el corazón del alma, pequeño, de latido intenso y olor a Universo, de exóticas fragancias envuelto y con el poro siempre abierto, de gemido tierno y grito eterno. Le pidió a la Luna que le prestara su velo, a la nube el color de su cielo y al viento su aliento; despacito lo abrazó en su pecho, lo cubrió con el velo y le dio color a su cuerpo, le dijo al eco que estuviera quieto, al rocío que no lo empapara y a la brisa, que en su aire no se llevara nada. El silencio y el corazón del alma se unieron en uno, se rindió el mar y mostró su calma, de bandera blanca se vistió la tempestad y de sabia barba una ansiedad, vibraron las alas entre dos ángeles, del Olimpo llegaron musas y ninfas, del verso sus rimas… y Dios supo que había nacido la música, con su latido, su pausa y su poesía.
                  Miedo tenía una caricia porque entre sus dedos encontró el corazón del alma, inquieto, de rojo intenso, con olor a jazmín y a dátil del desierto, suave como el cielo y con sabor a caramelo. Le pidió al vello que entre sus enredaderas lo escondiera, al sudor que de beber le diera y a su escalofrío que se detuviera. La caricia y el corazón del alma se unieron en uno, dejó su bravura el río y entre piedritas empezó otro camino, calló la cascada, el delfín se puso a nadar y la fogata dejó de crepitar, el sueño fue de verdad, la imaginación una dulce emoción y el sentimiento comenzó a vibrar. De hermosas vestales se llenaron los caminos, de pétalos los senderos, las almohadas de plumas y cariñosos besos… y Dios supo que la ternura había sido creada, con su latido, su pausa y su poesía encarnada.
                  Miedo tenía una mujer porque entre sus pechos encontró el corazón del alma, travieso, esponjoso y de latido abierto, envolvente y persistente, poseedor del silencio y la caricia, envase de música y  razón de ternura, de suavidad lleno y de acordes hecho. Le pidió a su piel que lo envolviera y lo convirtiera en terciopelo de sus deseos, a la pasión que en ella lo fundiera y a la eternidad que por siempre lo escribiera. La belleza explotó en el cielo, los ángeles tomaron sus arpas, el gran mago su violín, el mar su piano y el hombre su ronco saxo. Pintó Dios la maravilla de un ocaso y supo que la melodía había creado, porque la melodía es música, ternura y mujer, con su latido, su pausa, su poesía y el corazón de su alma.




jueves, 26 de abril de 2018

ESTUVE EN EL INFIERNO.



                Me pidió el sueño que me atreviera y le pedí a mis sábanas que mi desnudez envolviera. Olía el viento raro, el aire a quemado y un aliento a cierto azufre que ya me habían contado. Busqué con rapidez una silueta con rabo, cuernos y cara de bestia, bajo los leños, a un lado de una caldera y por los travesaños de una roñosa escalera. Quería saber si era cierto que estaba en el infierno, si en realidad este era el averno o si una vez más, estaba confundido o perdido en algún dictatorial congreso. De repente escuché gritos, eran desgarrados pero tampoco tan sufridos, no eran de niños ni orgía hecha en gemidos. Me apresuré y a una puerta me acerqué, me anudé fuerte la sábana no me fueran a ver y de una patada la tumbé. Ahí dentro, había un hombre y una mujer, quemados en aspavientos y chamuscados de odio y falta de talento. La mujer gritaba y el hombre escuchaba, el hombre pegaba y la mujer lo miraba, la mujer lo pateaba y el hombre lloraba rabia, el hombre prometía y la mujer mentía, la mujer renegaba y el hombre una copa tomaba. Era un infierno privado, para inteligentes no apto y lejos, muy lejos de un buen teatro. Y se oían más gritos, pero ya no quería ver nada repetido, el tiempo del sueño es escaso y no está permitido gastarlo ni vivirlo perdido. Busque al diablo pero no tuve la suerte de encontrarlo, hablé con el conserje más anciano y me dijo que estaba muy ocupado en quien sabe qué cumpleaños. Despacio bajé unos peldaños, chirriaban como si a cien ratas estuvieran soldados y me acerqué con sumo cuidado a un balcón que decía “humanos”. Me sentí como si estuviera en un zoológico atrapado, vi mi raza sumida en el más absoluto colapso, una película una y otra vez repetida en cada rincón de esta vida: un nuevo holocausto se estaba dando en Siria y el hombre sentado todo consentía, niños, mujeres y hombres por cientos morían cada día, en otro lado la rebeldía se malentendía, la cárcel se extendía, las ideas eran reprimidas y el hombre para poder pensar diferente, tenía que huir deprisa y dejar su tierra y a su gente. El hambre cada día era más grande, se cruzaban desiertos y se ahogaban en mares,  el gobierno no permitía un obligado rescate, las diferencias sociales eran abismales, las carencias infrahumanas y los brazos del poder, cada día más podridos, corruptos y envainando espadas. Cada vez había más ricos ¡tantos! Que faltaba dinero para todos ellos…cada vez había más pobres ¡tantos! Que faltaban lágrimas para sostenerlos.
               Sentí una ardiente mano posada en mi hombro derecho, Satanás estaba al acecho, lo saludé asustado y me quemó al darme la mano: “Ya casi por aquí no vengo, ustedes me quitaron el infierno, ahora está ahí dentro” y me señaló con su dedo, lo que estaba viendo. Despedirme quise pero acercarme no pude, era tanto el hedor que mi cuerpo vomitó un extraño sudor y entendí porque en mi tierra la sangre a quemado olía, las balas a una lepra que poco a poco carcomía y el político al más profundo azufre,  porque del averno venía.
               No nos equivoquemos porque el infierno no está lejos, ni más allá, ni debajo, ni es eterno, no es lo contrapuesto al cielo ni se queman pecadores en hogueras, solo una idea del hombre, que en su empeño, lo puso aquí dentro. Con prisa de aquel ser me despedí, quería acercarme y darle una palmada en su espalda pero olía a humo y al inquisidor Torquemada. Decidí marcharme, decirle al sueño que me llevara a otra parte, explicarle a mis ojos que no había tanto odio ni un infierno humano y así sentirme igual que tantos hombres: mirando de lejos, sentado y con una cerveza en la mano.



miércoles, 25 de abril de 2018

UNA CARTA A TU OLVIDO.


    
                Después de hablar con el tiempo, he comprendido que mi amor no es correspondido, que de tanto querer el poder tenerte ya debe ser parte del olvido, que en mi destino no está tu cuerpo escrito, que tanto silencio hace grande el infierno y el susurro  ya no llega a suspiro, que por ignorante te he perseguido pero por fin he entendido que si todavía estás lejos, es porque así lo has decidido. Libre te dejo porque en mi sudor estremezco miedos, en la garganta ahogo ansias, mis ojos lloran el recuerdo de tu mirada y cuando la noche se convierte en blanca, siento profundos, los arañazos de tanta soledad desgarrada. Duele en el escrito la palabra, la tilde apuñala y la coma no separa, el verso respira tenso y el sentimiento es intenso, el anhelo habla, la ilusión se desbarata y duerme el sueño sin tu almohada. Ya leerte no puedo porque al recitarte me lleno de celo, respirarte es de ateo porque tu dios te dejó por otro averno, olerte no puedo porque ya te poseyó otro viento y saborearte es tarea de ingenuo, pues cuando cierro los ojos te veo llena de otros besos.
               Quiero ser por ti escuchado pero no encuentro esa tinta que se explique en mi mano, quiero ser oído, lamido y otra vez besado, pero mi piel en el tiempo de escamas se ha llenado. Le pido al verbo que se atreva y al adjetivo que lo envuelva, al grito que se escriba, al gemido que de eco se vista, al silencio que navegue lento y abandone el tiempo, a la poesía que me rinda pleitesía y al espacio que le robe metros a la distancia y así de frente, te pueda hablar a la cara.
               Me gustaría decírtelo pero no sé cómo, explicártelo pero ya me siento muy cansado, contártelo pero en el cuento mi destino he dejado y aún así,  quisiera estamparlo en el fondo de tu alma, tatuarlo en tu piel antes del alba, decirle a tus ojos que lo tengo escrito en la mirada y a tu boca que se atreva a sentirlo entre mis labios, cada vez que te susurre un beso o una palabra…¡cómo me gustaría empapártelo!, pero mi corazón ya se ha secado…¡como me gustaría dibujártelo!, pero mis dedos olvidaron los colores en un pasado…¡como desearía ser mago!, pero la vida sin chistera me ha dejado y sin una varita que me dé amaño, solo me ha dado el poder del mimo, el sueño de un amor nunca vivido y un camino lleno de dudas, espinas y versos sin tintas ni rimas. Como quisiera que el tiempo fuera parte de otro espacio, que me dejara eterno en la trinchera de un silencio ansiado, que no hubieran paredes a mi lado pues hasta mi sombra he odiado y que cuando llegue la hora, esa hora en la que todo es nada, solo esté conmigo la arena de mi playa, la sal de mi agua, una vida pensada y el reflejo de una Luna que como yo, ya luce cansada.
               Escribí una carta dirigida a ti, porque te creía mi destino, escribí una carta para ti  y pensé que no la habías recibido…y ahora sé, que escribí una carta a tu olvido.


             

martes, 24 de abril de 2018

TE VI...



          Te vi cuando te mirabas en el espejo, él te disfrutaba y yo a escondidas en la tímida distancia, besaba con mi aire tu desnuda espalda. Te vi cuando te peinabas y una luz te hablaba, tus cabellos entrelazaba y una dulce sombra alargada, cubría mi cara. Te vi cuando te vestías y una seda en tu piel se atrevía, el algodón te acariciaba y un pervertido botón a las escondidas jugaba. Te vi desnuda, vestida…y te sentí amada.
          Te vi cuando el café preparabas, él te olía y tú con una cucharita lo mecías, la taza te quería y tú un beso hecho de carmín y sorbo le escribías, tus transparencias encelaban la mesa, tus caricias la silla y tu sonrisa, el amanecer de aquel día. Te vi cuando buscabas las llaves y tu perrito te seguía, cuando la puerta abrías y cuando el aire te olía pegado cuando salías…te vi distinta aquel día porque quizás, ya no te vivía.
          Te vi en la oficina, entre ventanas, impresoras y modernas tintas, te vi en el almuerzo cuando tu mirada perdida se llenaba de cielo, tus manos te recordaban que un día fueron mías y entre vasos, risas y palabras escuché tu voz, como siempre, una dulce melodía. Te vi cuando te retiraban la silla y con elegancia asentías,  el camarero agradecía tu propina mientras tú girabas tu cuerpo porque de lejos, te había mandado un beso…te vi orgullosa, ejecutiva y melancólica, te vi dichosa porque sabías en el fondo, que vivía en tu sombra.
         Te vi llegar a casa, desde el coche saludabas a la vecina, al amigo y hasta en el que nunca pensabas. Te vi cuando el cancel dejaste atrás, cuando tu perrito te fue a abrazar, cuando una flor se dejó por ti acariciar y cuando aquella luz solar, sola, te empezó a amar. Te ví estirada en tu sala de estar, con la televisión prendida sin nada que escuchar, un té  juraba lealtad y en su verde natural te quitaba ansiedad, te acercaste a tu piano y después de unas teclas tocar, empezaste con tu cama a soñar. Te vi cansada, de pie pero con la música en el alma, te vi deliciosa porque una vez más sabías que era mi acorde, el que tu espíritu siempre tocaba.
         Te vi cuando te desvestías y tu cuerpo mostrabas, tu piel añoraba, tus piernas ya no temblaban y tanta humedad guardada, ya no tenía mi fragancia. Te vi al apartar las sábanas, cuando le dijiste a tu cama que jamás me olvidara y cuando besaste tu almohada, al creer  que mis labios en ella te esperaban. Te vi hermosa, bella y cautivadora, mujer, amante y perfecta esposa…te vi sentida, recordada y extrañada…¡te vi real! como si mi cuerpo en su transparencia pudiera respirar, como si mi alma hubiera vencido y se pudiera reencarnar, porque del más allá, quería regresar y hasta fuerza prestada le pidió a mi mar…¡te vi amor!, ese sentimiento natural que jamás se deja de amar, ese profundo deseo que te persigue más allá de la eternidad, esa pasión que un día fue realidad y hoy desde mi muerte, debo llorar.



domingo, 22 de abril de 2018

EL CONFESADO (FINAL)


                      Corrió a su casa, su hija aún no llegaba, la estancia permanecía intacta, las luces estaban apagadas y no olía a nada. Corrió al hotel, pidió prestado un cincel porque ya era de noche y quién sabe si tenía turno, si alguien le abriría la puerta o si la oscuridad le diría que se fuera de vuelta. A él llego, en frente se paró, las luces le dijeron que su hija estaba dentro porque en aquel balcón su sombra relucía oscura y con aliento. Acompañada no estaba porque el grito era silencio, la fantasía terminó su aliento, el beso su deseo y la cama, el vaivén de tanto desenfreno. Le preguntó al cielo si era menester su presencia y un viejo viento le contestó en su cara que dejara a su hija aprendiendo. Entendió, medio cabizbajo caminó, supo que estaría bien, que ya en su casa contestaría la duda y por si acaso, recordó la sentida amargura que vivió cuando vio al monaguillo besar unos labios que no eran los de su hija ni los de ninguna princesa de otra villa.
                      Regresó el hombre a su casa, le pidió al tiempo que esperara a su hija y preparó la cena para recibirla y que se sintiera merecida. Por un momento recordó a su amigo, aquel sereno que ya no lo era, que se encontró en su camino y que en el bar ni siquiera mereció un despido. Era un hombre educado y el adecuado… y por teléfono llamó al recordado. No contestó, sonaba comunicado, esperó, sonó colgado, espero y el teléfono permaneció callado. Le dejó un mensaje y con cierto coraje le reclamó solo un instante para explicarle. Necesitaba hablar con él, pues lo haría parte de su arte y  cómplice de su venganza porque le pediría que retuviera al sacerdote y al confesor para que a la iglesia nunca llegaran. Del sacristán él se encargaría, con alevosía y un café lo dormiría…y se preparó para escribir su homilía. La madrugada vestía cansada, el confesado medio agarraba su almohada mientras su hija esperada no llegaba. Las cuatro, el campanario rezaba pero no quería que una iglesia lo explicara…las cinco sonaban y no quería una campana como compañera ansiada, las seis y su hija no llegaba…las siete y ya no pensaba, pues su plan, apenas empezaba. La misa de ocho era el fin que tanto ansiaba, el teatro que abriría el telón de la venganza…la película que explicaría el porqué su vida necesitaba tanta alevosía, que comprendería el sentido de lo vivido y que le contaría al pueblo porque el dolor en sus entrañas era tan sentido.
              De su casa salía cuando con sorpresa vio a su amigo quitándose el abrigo y a punto de subir unas escaleras que aunque viejas, hoy serían el camino hacia otro destino. Con seguridad le preguntó si su mensaje había leído pero el amigo que de sereno no tenía atisbo, le contestó que falta no le hacía, que si es cierto que en un tiempo fue sereno pero que ahora, es su carcelero. La cara de aquel hombre confeso se arrugaba por momentos, la respuesta no llegaba y todo interrogaba. Prosiguió el amigo, ahora su carcelero, y le dijo que la vida le dio la oportunidad de viajar en el tiempo, que si no cambiaba pasaría cincuenta años en el infierno y que ahora era el momento de sentar su arrogancia, su inteligencia y su venganza. Le contó que en la cárcel le explicó su historia, que las coincidencias tomaron forma, que la mujer que al bendito acompañaba, la de la primera fila, la del golpe de pecho, era su amada, su esposa, ahora de ella enviudado. Que la historia se salió de contexto, que desde el púlpito levantó al pueblo, que como ejército al hotel llenaron de fuego y que todos murieron…también su esposa, su hija, la vecina y los clérigos.
              El hombre confeso de su asombro no salía, solo se pellizcaba a ver si era de día o el sueño seguía, tocaba a su amigo por si era cierto que de lejos había venido y acicalándose la barbilla, más respuestas requería. Siguió hablando el carcelero que un día fue sereno, su amigo y hoy venía de otro destino, explicó que hacía semanas los estaba siguiendo, que entregó al recepcionista una carta y las llaves del candado de una caja. En la carta estaba toda la historia contada y en la caja un montón de fotografías tomadas. Espero que dentro de poco, después de que termine la misa de ocho, tengan la decencia de coger sus maletas, viajar lejos y que nadie los eche en falta. Lo abrazó y con vehemencia le reclamó que lo creyera, que ya tantos pecados parecían fiesta pero que el suyo sería el más grande y a la postre el más abominable, que se detuviera porque la cárcel lo tenía en lista de espera, que su vida pendía de un hilo y que su muerte no sería redención ni penitencia…solo una simple quimera. Preguntado por su hija le contestó que pronto del hotel saldría, que en él escondió sus horas perdidas, que aquellos muchachos sus vidas traían confundidas y que quizás otro día podría cumplir feliz y completa su fantasía.
                 La historia cambió pero la miseria humana en un capítulo más sucumbió. Culpas no hay que buscar porque desde un principio el aliento de esta sociedad huele a falsa verdad. La iglesia no es capaz y razona que se puede equivocar porque es humana y no viene de la divinidad, la hipocresía es una caballo fácil de cabalgar porque nos lo dan domado, ensillado y cansado de tanto relinchar, el sexo huele a mercado, la traición ya no es pecado sino algo mundano y el sentimiento cada día está más caro, escaso y olvidado. Se aprovecha el hombre de su clase y condición, la mujer de sus curvas y su pretensión, la inteligencia queda a un lado, los demás no cuentan demasiado, el interés mueve, el orgullo puede, el egoísmo prevalece y en oscuro silencio, el amor desaparece. Cuenta el cielo de nuestro carcelero que en aquella historia hubo miedo, el clérigo a ser descubierto, la vecina al cambiar de amante porque quizás el del confesionario no tendría un volante ni bajo la sotana un cuerpo boyante, la esposa de senos abiertos a base de golpes de pecho, buscaba la indulgencia plenaria de un señor que de cura no tenía nada y la hija vio como era parte de la cerradura de un armario del cual salieron dos hombres abrazados y con los labios pegados. Pero también nos cuenta que esto pasa a diario, que lo escrito, en nuestra sociedad no es extraño, que la hipocresía es parte de la vida y que sin ella, respirar se nos haría raro. Que a ellos tenemos que dejar que salgan solos de su deslealtad, que nuestro deber es solo denunciar y dejar que trabaje la autoridad, que nuestra implicación nos afectará más que a los demás y que si esperamos, quizás del tiempo llegue la verdad, porque él si es juez, ese juez que da y quita razón, el que pone a cada quien en su lugar y el que todavía nadie, ha podido silenciar…Cuídense.
                 


EL CONFESADO (CAPÍTULO 3)


                    Quieto la farsa presenciaba, su vecina, esa amante que él creía que tanto lo amaba, ahora lo traicionaba con el hombre que todos sus pecados escuchaba, ese hombre al que cada mes su absolución le rogaba…ese hombre que de cura, no tenía nada. Entre dos truenos vio estupefacto como al hotel entraban, se acercó despacio y mojado, tampoco subieron las escaleras y el recepcionista los acompañó con denostado afano. Pensó en aprovechar la ocasión y decirle a su hija que los del perdón estaban abajo, a los monaguillos que ya no fueran sirvientes del engaño y a él mismo que se olvidara de la vecina porque ya había descubierto el entraño. Pero no se atrevió y esperó.
                    En el primer piso la fiesta estaba en todo su libido, la orgía respiraba más allá de cualquier erótico libro, la cama golpeaba la pared a merced del instinto y el gemido ya se escuchaba en el quinto. Llegó un repartidor y una pizza entregó, el confesado lo creyó parte de un sueño perturbador, el recepcionista lo recibió y el monaguillo bajó, pagó y se la llevó. Se asustó aquel hombre cuando el sereno, que ya no lo era, por su hombro lo tomó y un paraguas le prestó. Pensó en darle las gracias pero el amigo sin decir adiós, se marchó. Las siete de la tarde eran tocadas por un campanario que ya no parecía parte de ningún rosario, de un campanario que solo un sacristán desempolvaba en medio de una lluvia que al cielo clamaba. Aquel confesado hombre ya no sabía que sería de su vida: su hija, ahogada en una fantasía que por pervertida ya era demasiada oída, su religión cuestionada y sus pecados acostados con una vecina que pronto dejaría de ser su amada. Una decisión debía tomar y pensó con calma el primer paso que dar:  iría a la iglesia y por asalto tomaría el altar, sería temprano, cuando solo asisten las viejitas del lugar, se prestaría un hábito, llenaría los cuencos con el agua del río y con su mano la haría bendita, tomaría el vino más añejo y a todas les daría, buscaría un evangelio adecuado para el día, inventaría un sermón lleno de alegorías y les diría que la limosna debe ser generosa porque la vida son dos días. Después les pediría a todas las feligresas y que contuvieran el aliento, que antes de la  bendición tenían que saberlo, que el venerado sacerdote tenía delito y que el confesor era parte del conflicto. La venganza era perfecta, la solución inequívoca y la  intención perversa.
                   No soltaba su presencia de aquella entrada de hotel. No sabía a que esperaba pues su plan en su maquiavélica mente ya se gestaba y solo necesitaba el valor para que temprano mañana, escribiera una página en la iglesia de un pueblo que entre mentiras y golpes de pecho, cada noche soñaba. Decidió retirarse del lugar y tomar una copa que le hablara de seguridad. Era domingo y los hombres del pueblo habían ido a cazar, los más viejos a pescar y los demás a jugar dominó en las mesas de cualquier bar. No extrañaban los árboles a sus perros pues ocupados estaban con los ciervos, no añoraban las mujeres a sus maridos pues ocupadas intentaban torcer hilos y no necesitaban los semáforos a sus coches porque la tormenta les dio noche. La calma en las sienes del confesado era tensa, su inteligencia se mantenía despierta y las ganas de venganza, olían a hierba fresca.
                   Entró al bar y se aturdió de tanta vacía conversación, unos exclamaban y pedían a gritos que la madre de cierto árbitro dirigiera un partido, otros le recriminaban al político porque decía “digo” en un periódico y “diego” en un manuscrito, los más callados pensaban en voz alta si la mula de seis podía ser liberada en la próxima tirada y el cantinero solo esperaba quien le pidiera la copa más cara. Se sentó en la mesa más retirada, a un lado de una vieja rockola cansada y pidió una copa, no la más cara pero si la más deseada. Le puso dos hielos, cargó su garganta y le dijo adiós a su ansia. Pensativo se quedó y una baraja pidió. El solitario no era su juego, fue placer antaño, pero su vecina le había quitado el amaño. Lo jugó y la primera vez ganó. Se apostó y perdió. Pidió donde estaba el baño, al fondo a la derecha como antaño, se miró, el espejo dos arrugas le mostró y su bragueta desabrochó. Orinó despacio, en silencio, sintió un escalofrío de relajo, se lavó sus manos y salió al tendido porque en su mesa ya se había sentado su amigo, el sereno que ya no lo era y que parecía que siempre lo siguiera.  La conversación fue diversa, distendida y amena, hablaron de la vida y de viejas juergas, de penitencias y de algunas nenas, también de llaves y de movidas aceras. Le preguntó el amigo por su destino después de lo vivido y el confesado le explicó que no había destino, que lo vivido sirvió para el olvido y que mañana dios diría si tiene algún sentido. Y el habla se tornó borrosa, las copas hicieron cosas y las palabras se volvieron pretenciosas. El cantinero cada vez estaba más contento pues veía crecer su dinero, la barra temblaba y las aceitunas buscaban un plato que las sostuviera enganchadas en un palillo, en un tenedor o en cualquier boca que no temblara en el habla. El berberecho sufría en su empeño, el boquerón sudada sal, vinagre y silencio mientras una vieja almeja pedía a gritos ser comida o ser desechada por traviesa. Se levantó el amigo porque al canario necesitaba cambiar su agua, el confesado miró a través de la ventana y un espasmo sacudió su estampa cuando vio al monaguillo besar a su compañero del alma. Todo era demasiado pervertido, el amor ya nada significaba y la decencia estaba totalmente olvidada. Su hija no estaba, quizás ya habría llegado a casa o quizás entre los dos la habrían envuelto martajada en una manta puesta en manos de una muerte anunciada y aquí su padre, tomando una copa con un amigo que no es sereno ni es nada. Llegó el sereno, que ya no lo era,  del lavabo y su amigo ya no estaba...(Continuará...)



sábado, 21 de abril de 2018

EL CONFESADO (CAPÍTULO 2)


Terminó el confesado su orgía con la vecina, bajó las escaleras del hotel con enseñada valentía y con sorpresa, casi llegando a la puerta,  vio a su hija que una habitación reservada  pagaba con su tarjeta visa. La seguían los dos monaguillos de aquella iglesia que sin vergüenza y con prisa  ya se estaban quitando la camisa. El confesado a la pared arrimado, con sorpresa veía, pero irse tenía porque estaba por bajar la vecina. Y como el destino no está escrito pero alguien lo mantiene en entredicho, la hija se encontró con la susodicha, el monaguillo le sonrió al compañero, el saludo fue sincero y enseguida supo que su padre, no andaba lejos. El miedo la perseguía pero con ella el deseo podía, eran tantas las ansias que tenía por cumplir su fantasía que olvidó la tarjeta, su identificación y algún que otro perdón que estaba segura, su padre, necesitaba en el corazón. Éste salió corriendo en busca de un espacio donde solo lo conociera el viento, pasó por la iglesia y sorprendido en su aliento, vio como el sacerdote por el sacristán era despedido y abrazado con un hasta luego bastante comentado. Estupefacto el confesado lo investigó. Vestido como si de un letrado se hubiera disfrazado, se preguntó a donde iría tan arreglado y que caro era el perfume que hasta su esquina había llegado. Decidió seguirlo y de cerca caminarlo, con sorpresa vio que tomó la senda que antes había andado y solo con pensarlo, supo que también en su hotel había reservado. Se arrancó la cautela de cuajo y a dos metros de la puerta intentó con la mano en el hombro pararlo: no podía permitir que viera a su hija y a sus dos monaguillos en el pecado. Pero de repente una mujer de frente lo saludó con sumo agrado, era la mujer de primera fila, la que el golpe de pecho le había separado los senos y retumbado en pecados ajenos, la de ojos de taberna y mirada de consejera, la que se creía jueza y ahora comprendía, que era una cualquiera. Se agachó el confesado simulando un billete encontrado para que nadie se diera cuenta que los estaba mirando. Entraron al hotel y él se quedó pensando en su hija, en los dos monaguillos y quien sabe en qué oscuro pecado.
                    Se le hizo raro porque no subieron las escaleras, el señor de la recepción los acompañó con extraño agrado y no vio que pagaran con ninguna moneda, solo unas  buenas tardes, las llaves de un candado y quién sabe qué carta le diera que el sacerdote, la cogió como si supiera.
                   Mientras tanto su hija en la fantasía se relamía. En su teatro se creía caballo, perrito o misionero de aguas benditas. Después de tantos años, su corazón ya no latía despacio y solo esperaba que aguantaran sus ansias aquellos muchachos. Gritaba el monaguillo y el compañero se arrodillaba para ver más de cerca por donde gozarla, suspiraba la muchacha y la cama temblaba. Los tres se disfrutaban y recordaban aquella primera humedad donde en el amor aprendieron a nadar, aquel primer beso que ahora caminaba ahogado en los labios de otro mar y aquel sudor de piel que  empapaba sus cuerpos hasta la saciedad.
                     Y el destino siempre infiel al camino, guardaba en su latido la más grande sorpresa, que aquel confesado hombre hubiera imaginado y jamás inventado.
                     Con la quijada tensa, solo miraba, no sabía a dónde ni si servía para nada, pero era mejor sentirse perdido que atrapado en un sentimiento tan controvertido. Sentado en el suelo, a un lado del banco que le daba flanco para que nadie lo viera meditando, respiraba unas palabras que su pobre conciencia había pintado de blanco. A lo lejos divisó a un amigo, ya de cerca vio que no era aquel sereno de sus noches de borrachera, ni su pañuelo de lágrimas que una vez le ayudó a cruzar la acera porque sus pies habían perdido la decencia. Al saludar a su amigo, le confesó lo que había vivido y el que una vez fue sereno le comentó con tino que ya lo sabía, que no era la primera vez que sucedía y que para él la extrañeza no tenía sentido. El hombre se sintió aliviado por las palabras de su amigo, cuando éste con un sutil gesto lo convidó a mirar hacia un perdido rinconcito. Caminaba la vecina acompañada de la mano, no era su hermano ni ningún pariente cercano, era el hombre que hacía unas horas, lo había confesado. El cielo se derrumbaba, las preguntas hacían falta, el sereno que ya no lo era se fue y le dio la espalda, la tormenta arreciaba y buscaba algún balcón, porque había olvidado su paraguas....(Continuará...)



viernes, 20 de abril de 2018

EL CONFESADO. (CAPÍTULO 1)



                 Empezó el sacerdote su liturgia y cada vez se mostraba más osado al leer un sermón que por tan preparado, parecía dogmatizado. Al fondo una viejita le rezaba al agua bendita con la mirada perdida en un santo que no conocía y dos monaguillos guiñaban pícaros sus ojitos al ver una muchacha que los miraba fijos. El silencio pedido no se dejaba ver en el atrio de aquel edificio, dos almas juzgaban a una vecina sin arte ni beneficio, un niño buscaba una pequeña pelota que creía haber perdido y un desarrapado mendigo le prendía una vela al bendito en medio de grandes chasquidos. Rechinaba su antigüedad un banco de pino cada vez que alguien pedía las bruces arrodillar y susurraba en voz alta un cristiano al pedir otro destino y quizás otra oportunidad. Retumbó el primer golpe de pecho y las miradas se cruzaron, las conciencias juzgaron, de reojo pensaron, las palabras del sacerdote callaron y los de la primera fila sus pecados recordaron. El incienso olía tenso, las velas cansadas chorrearon y los del coro cantaron. Brincaron las aleluyas, el vitral estaba caliente, una niña lo miraba pendiente porque le habían dicho que de repente una paloma asomaba silente, pero desde el fondo de su alma, sabía que hoy sería diferente pues no habría paloma y después, le contarían lo de siempre: que solo se aparece en diciembre, que espera que la iglesia esté sola porque no le gusta volar de boca en boca y que cuando la ve un penitente se viste de espíritu para parecer diferente. Y una voz sonó impertinente, era la de un confesor que se creía de la verdad poseedor, un pedazo de inquisidor que disfrutaba que la penitencia fuera dolor, pedía absoluta sumisión para dar perdón y un sublime arrepentimiento para otorgar su redención. El confesado sentía su orgullo destrozado y se preguntaba si aquel hombre que le había escuchado era de carne o un robot venido del espacio, que lo que le pedía no se correspondía a los pecados que tenía, que tanta oración de nada le serviría pues le gustaba demasiado su vecina y que si verla ya no podía, no se arrepentiría. Los fieles más cercanos lo escucharon y se pusieron de su lado, le dijeron al confesor que era él quien debía ser confesado y aquella vecina, que todo miraba desde una esquina, mostró el cuerpo que Dios le había dado. De prisa la vistió el susodicho confesado y con pícara sonrisa se la llevó a otro lado, el pecado urgía, el deseo mandaba y mientras tanto, el público aplaudía su osadía. El murmullo era insistente, el golpe de pecho penitente no sabía si quedarse o salir del cuerpo de manera decente, aquel sermón yacía sordo en los oídos de aquella gente y de repente empezaron a oler el asado de unos pollos que ya estaban al dente. Pensó el orador que tomar su vino era pertinente, que no invitaría a ningún presente, que con su bendición sería suficiente y que nadie se atreviera a preguntarle de donde viene porque quizás no le creerían ni su sermón ni el hábito que sostiene. Despidió el sacerdote a su gente no sin antes pedir una limosna para su diente, un padre nuestro para los que no tienen quien los sustente y un ave maría para que terminaran de pasar su día.
              Salieron aquellas almas del templo, entre palabras comentaban lo que pasó dentro, seguían cruzadas las miradas, solo las manos mostraban su empeño y cada quién juzgó a cada cual con denostado ceño. La lluvia arreciaba y la niña todavía por su paloma se preguntaba, el niño jugaba con la pelota, el mendigo pedía un palillo para que su diente no estuviera a solas y a lo lejos, perdidos en una gran alcoba, pecaban sin prisa el confesado y su vecina, en una penitencia que sabía a gloria. Cerró el sacristán la puerta, el confesor dejó su silla y el sacerdote se puso a contar la calderilla. Recogía lo que quedaba en el altar el monaguillo, su compañero terminaba con el poquito vino y ya se hacían planes porque la hora era llegada y afuera los esperaba aquella muchacha. El pecado persistía, la tentación en sus manos lo sostenía, era domingo y se había terminado la misa, al confesor le pedirían una amnistía, al cielo que se olvidara de ellos por un día y a aquella muchacha que les diera una alegría. (Continuará)



jueves, 19 de abril de 2018

CRACIA


         A veces escribir duele porque pensar diferente te convierte en basura de héroe, sentir distinto es un derecho del libre albedrío y explicar un sentimiento,  el desahogo de un alma que a veces no entiende de qué estamos hechos.  Esta es una reflexión que invita a tu soledad a no callar, a tu piel a sentir, a tu corazón a latir diferente y si lo que quieres es olvidar, no me leas, porque no eres parte de esta verdad.
        Dedicado a todos esos niños, mujeres y hombres que cada día mueren por un genocidio consentido, a los que por pensar diferente, aún hoy en pleno siglo XXI sufren cárcel, a todos aquellos que para poder sentir distinto, deben viajar al exilio y a cada uno de los que desde nuestra trinchera explicamos, que el olvido no está permitido.

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domingo, 15 de abril de 2018

DESEOS EN SOLEDAD



                 La soledad es un estado del hombre, una caricia para el olvido, un solitario verso de vida y una necesidad extrañada. A veces no es querida, otras llorada pero siempre escribe esa parte de historia que tenemos escondida y casi nunca es hablada. Ella es blanca, vestida de silencio, enjoyada de mar y montaña, suave como la nube y arisca como una lágrima. Nos habla de tú y nos escucha con ansia, se mueve en la música y canta la nostalgia, nos abre el recuerdo y sus miedos arranca, nos analiza con cariño  y despacito detiene el tiempo, expande el alma y de tintas llena los dedos, le pregunta al sueño… y espera las respuestas, desde la profundidad de nuestros deseos.

                Recopilación en prosa poética, de venta en amazon España, Estados Unidos, United Kingdom, Francia, Italia, Japón, Australia, Alemania, Mexico.
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                Ahora también ofrezco la versión escrita en inglés tanto en libro electrónico (kinddle) como tapa blanda a un precio muy asequible.


VERSION EN INGLÉS:          Loneliness is a state of man, a caress for oblivion, a lonely verse of life and a strange need. Sometimes she is not loved, sometimes she is crying but she always writes that part of the story that we have hidden and is almost never spoken. She is white, dressed in silence, bejeweled with sea and mountains, soft as the cloud and unhappy as a tear. He talks about you and listens to us with eagerness, moves in the music and sings nostalgia, opens the memory and his fears start, he analyzes us with affection and slowly stops the time, expands the soul and inks fills his fingers, ask the dream ... and wait for the answers, from the depth of our desires.

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sábado, 14 de abril de 2018

ALUCINADA ETERNIDAD



             Desabrocha el tiempo sus horas, desnuda minutos y desgarra cada segundo para sentirse vivo, el esfuerzo es vano, el amor vence y el profundo deseo lo mata. El espacio cambia su densidad, el aire su color, huele a limpio y a mojado, dibuja dorada lluvia el alba y se desparrama entre gotas de seda y plata. Grita el horizonte que ya no hay eternidad, calcula el cielo su nuevo infinito y muerto el tiempo, fallece la excusa, calla el ansia, la pasión deja de ser instante y el beso corta el hambre. Cuenta el silencio que dejó de ser, la soledad no siente porque no permanece y el abrazo a piel se pega y jamás desvanece.
             Llora el payaso porque una sonrisa pintar no puede, sufre el romance porque anhela pasión y no tiene amante, habla una caricia porque no tiene piel que la aguante y se mueve frenética una mano porque en el frío, no encuentra su guante. Le explica el hombre a su alma que el amor no despierta en el alba, que tampoco duerme en su cama y que son  sombras las que besan su cara. Excita el viento una supuesta calma. A lo lejos, entre viejas ventanas, la silueta del poeta a media luz declama, un tormento se exhala lento, la acera está mojada y la farola apagada. Deshace añeja pintura la fachada, el portal tiembla frío y la nieve ya cuajada, refleja un perdido verso sin letras, sin rima y sin nada.
             Suelta su ingenio la imaginación, se aparta el sueño pero sigue la ilusión, el momento es ahora y el instante del no tiempo, es creación. El poeta escribe lo que siente, los dedos lo temen y la pluma consiente pues no hay tiempo que lo remedie. El calor es intenso, se aparta la mano de sus líneas, la pluma escribe sola, el poeta no piensa, el sentimiento lo persigue, el cigarrillo consume vacío y el viento no se atreve ni con la pluma ni con el poeta y mejor, vuela hacia otro destino. Se apaga la vela y el tinto ya no descuelga, sigue el poeta en medio de su desierto y entre dunas y arenas, le pide una pausa al no tiempo. No ha de ser su musa quien debe verlo ni tampoco el averno quiere conocerlo, esa mujer debe tenerlo porque es la causa de su miedo, esa mujer es quien le inspira lleno y explica su celo. Recorre el poeta su silencio, entre humos desvela su amor ciego y poco a poquito escribe que esa mujer fue su amante, luego cielo y ahora, su infierno. Se llena de pecado y a ella le reclama, suda frío y a la sangre pide calma, rompe su camisa, abre la ventana y desnudo le grita a su alma: “ ¡ Ven y escúchame porque el sonido del miedo no me deja ensalivar tu voz, ven y bébeme porque ya le puse dos hielos a mi garganta y por tus besos quiere ser tomada, atrévete y despierta el erotismo que nos abraza porque ya mi vigor tu mano quiere, desea profundo entre tus senos ser acariciado y en tu boca terminado!. ¡Dulce grito que desgarras la membrana de mis sentidos, escalofrío intenso que estrujas mi nuca y resbalas despacito hasta el fondo del ego desconocido, espalda que realzas tu espina para contener tanta ira contenida, dolor que eres pasión y alucinación, erotismo y canción, calostro de poeta succionado y querido en cada tinta de pasión!...¡Déjame sentirte, sentirte en silencio, lejos de esos ojos que juzgan y no ven nada, cerca de tu olor y empapado en tu sudor…sentirte en mi oscuridad, más allá del pecado, donde el deseo es vencido y la pasión viciada, donde el suspiro traga su aliento y el gemido su palabra…sentirte en la profundidad de mi alma, entre los susurros de mis entrañas,  mimado por tu mirada y besado por unos labios, que mojan intensos cada poro de mi cara…sentirte dentro, como el aire en el viento, como el espacio en el Universo y la brava ola en su mar abierto…sentirte hermosa, candente y jugosa,  atrevida y cariñosa, maquiavélica y juguetona, cerca del infierno y dueña del cielo, con cuerpo de nube y humedades en celo…sentirte mujer, única y maravillosa, tierna y con manos de diosa, presumida y cautivadora, de vida dadora y amante perfecta a todas horas…sentirte quiero y es tu derecho saberlo, mi destino hacerlo, tu libertad quererlo y mi pasión, gritarlo lejos!
                  Caminemos juntos y escribamos un destino, de la mano y con el cabello recogido para que cuando estemos en la cama, lo dejes tendido sobre mi almohada o entre las páginas de mi libro. De cerca quiero olerte, saborearme quiero que lo hagas, poseerte es mi deseo y amarme lo que anhela tu alma. Mujer de fresca hierba, malta y cebada, burbuja de cerveza que descansas en mi lengua cansada, exótica vainilla que te envuelves en vara, palabra en boca que te escribes en prosa y necesitas ser, por mi narrada. Necesito que me penetres con tu mirada, que excites mi piel cada vez que una caricia me regalas y que prendas la cera de mis ansias cuando en la mesita de noche la Luna, refleje tu cara.
                De colores me verás porque en nuestra lluvia de estrellas entre tus piernas me encontrarás, al cielo reclamarás porque en su noche me esconderá y entre tus muslos me sentirás, al miedo le quitarás el nervio y al pecado su legado, al silencio le robarás un suspiro y yo te regalaré, el más profundo gemido. Como mujer sonreirás porque aún desnuda te cubrirá la espuma de mi mar,  despacito te vestirás y en seda de luna mi ansiedad encelarás, llorarás y por cada lágrima, el viento un verso escribirá…como mujer pedirás y en cada beso, mi poesía te poseerá más y más. ¡Si!  te escribiré hasta que la tinta duela en los dedos de mi verdad, te escribiré hasta que el profundo sentimiento seque mi alma y toda mi humedad, te escribiré hasta que mi latido sufra y el corazón calle por oquedad…te escribiré hasta que el silencio del no tiempo me llame a ser parte, de una alucinada eternidad.




            



viernes, 13 de abril de 2018

VIAJO LEJOS...



                   Camino silente en busca de la última respuesta. La vereda se abre y enseña valiente el angosto atajo hacía el epílogo de mi infierno. Sudan las huellas y la piel se abre perversa en cada poro, la mano se hace puño, el diente aprieta labio y mi lengua esconde una gota de saliva, entre las papilas de mi alma. Se muestra respetuosa la montaña, una nieve la resbala y atraviesa mi mirada, el cuerpo viaja solo en busca de una última palabra y a lo lejos diviso cansado, el rizado cabello de una barba blanca. Se juntan en la cima las cuatro estaciones: funde el invierno entre sus hielos mi pensamiento, el atrevido verano desgarra lo que queda de una pasión de hombre, el triste otoño corre despacito sus secas hojas por mi sangre y la dulce primavera, la que todo regenera, se empapa completa en mi alma.
                   Piensa sentado el sabio en su roca, a la derecha un río susurra agua y a su izquierda una vieja tortuga, asoma cautelosa su cabeza porque no ve nada. Lo veo y enfrento su mirada perdida en el incipiente ocaso, iris perdido en un arco senil todavía no comprendido, imaginación triste por un tiempo que en sus manos yace sin destino, sueños de hombre, enseñanza y eterno sabio, recuerdo y mimo de un niño en el último abrazo. Me dice con su cara que mi tiempo ya se ha acabado, que esté tranquilo, que todo lo he dado, que el juez ya ha pasado y que su sentencia dejara legado. Alarga su mano y en mi hombro siento respaldo, se compadecen sus ojeras y siento el cariño que para mí siempre fue denostado, se toca las sienes y leo aquellos primeros versos que un día sentí envueltos en besos y entre una media sonrisa me recita lo que este poeta en su vida pretendía: “creíste que la vida era un verso y lo escribiste tantas veces como te fue posible, desbarataste cada uno de tus sentimientos en busca de la rima adecuada, arrancaste de cada labio que enamorabas una tilde para tu causa pero jamás lograste tener, una adecuada estrofa terminada. De lágrimas eran llenos los tinteros y de sonrisas los pensamientos, en la intensa soledad ocultabas tus deseos mientras a lo lejos, solas y en silencio cien almas leían cada verso. Acompañaste vidas, abrigaste humedades y cerraste muchos ojos cuando creías que tu poesía, no era parte del alba ni parte de nada. En el café hacías falta, en el silencio te arrullabas y cada noche antes de dormir, siempre alguien, te pensaba. Lo que menos sembraste fue vacío y el cielo lo sabe, poco amaste pero de lleno te enamoraste, quizás poco leíste porque no querías contagiarte y quizás tampoco a obedecer te comprometiste, porque siempre fuiste libre. Ahora descansa y deja aquí a mi lado, entre el susurro del río y esta vieja tortuga, tu poesía como legado. Yo le pondré las rimas del tiempo, las tildes de tu alma y el sentimiento de toda una vida en cada palabra. La publicaré en la editorial del cielo para que sea leídas en cada rincón del Universo, para que aprendan los ángeles que el hombre tiene sentimientos, que si lo dejan escribe intenso y que en libertad se expresa mejor que el viento y si algún día llega al infierno, para que aprenda el miedo que el pecado es un invento, que en la pura poesía no hay freno y que los sentimientos no se juzgan jamás, en las brasas del averno.”
                   Parece que el momento llegó, se cierran los ojos ya cansados y mi aliento no espera reclamo…da igual el color del cielo, si tiene nubes o si lo pintan las estrellas, el silencio es requerido y el instante temido, toco mi alma y el dolor llega a su destino. Viajo lejos, donde el espacio no tiene tiempo, el Universo se abre, el agujero negro absorbe, la memoria vomita cuerpo y la música es intensa, el calor abraza y la luz enamora, la ternura es tanta que el espíritu colapsa, la imaginación se toca y la utopía se vive, el limbo explica la pequeñez del ser humano y el sueño cabe, en la palma de una vacía mano. Viajo lejos, allá donde el infinito escribe versos, donde el amor no tiene piel y el deseo no es perverso, allá donde explica el viento su aire y el rayo su trueno, donde la eternidad expande su tiempo y las almas sus alientos…viajo lejos, tan lejos que ya volver no puedo, tan lejos que ya ni el silencio siento, tan lejos que mi cuerpo dejo y tan lejos que ya no tengo miedo…viajo lejos, allá donde la manzana no tiene hueso, donde una estrella destella y el cometa siempre vuela, donde la caricia permea y la ternura no es odisea, donde no existen los espejos, los caballos galopan sueltos y cuando les dan la gana, los búhos giran trescientos sesenta grados sus cuellos… tan lejos que ya no veo lo que siempre temo, tan lejos…tan lejos de tanto ego.